17 de abril de 2008

The Camera Man: Christopher Doyle

Dejé Australia a los 18 años y llevo siendo extranjero 36 años. Creo que es muy importante para la forma en que trabajo, porque al ser extranjero las cosas se ven de otra manera. Pero empecé rodando películas en chino, así que me considero un cineasta chino. Sólo que da la casualidad de que soy blanco. Sonrosado, para ser exactos.
No empecé a hacer cine hasta que cumplí 34 años. Pero esa juventud desperdiciada fue probablemente mi mejor baza para lo que hago ahora. Ves el mundo, acabas en la cárcel tres o cuatro veces, acumulas experiencia. Y tienes algo que decir. Si no se tiene nada que decir, no se debería hacer cine. No tiene nada que ver con el tipo de lente que se utiliza.
Christopher Doyle


En ocasiones, cuando se observa una película se piensa en la grandeza del director, de los actores o incluso del guionista, independientemente de que hablemos de “autor” en el sentido del cineasta polifacético que escribe y dirige sus films e incluso no sólo tutela si no se encarga de otros aspectos; o en el sentido del cineasta, el realizador o actor, que mediante la potencia comercial de su nombre es capaz de vender un producto con los ojos cerrados. Podríamos vincular a Christopher Doyle a ambos aspectos. Ya que por un lado, la simple aparición de su nombre en unos títulos de crédito es sinónimo de que lo que se va a ver no nos dejará indiferentes. Por otro lado, es un director de fotografía que en ocasiones es indisociable del cineasta “autor” polifacético –o no tanto- y de gran personalidad y singularidad. Y esto es lo que le ocurre al fotógrafo australiano –también director y actor- con Wong Kar-wai. Pues la mitad del cine de este último es mérito del primero. Aquellas imágenes saturadas, de colores extremos o incluso blanco y negro contrastado, el experimentalismo, la movilidad nerviosa de la cámara, el gran angular, la ralentización de un cuerpo bajando una escalera*… que nos deleitan en Fallen angels, In the mood for love o 2046, entre otras, salieron de los ojos de Doyle. Que además, cuenta en su currículum con trabajos junto a Chen Kaige, Zhang Yimou, James Ivory, Gus van Sant, Night Shyamalan o Jim Jarmusch –con quién se encuentra rodando en España su último film-.
En las múltiples entrevistas que se le han realizado, una y otra vez habla de su condición de extranjero como formativa de su capacidad profesional. Puesto que sus ojos son los del viajero, los de aquel que no deja de mirar, de encontrar en el entorno algo nuevo. Los de aquel que siente el deber de involucrarse y capturar la esencia de aquel lugar al que se dirige. Muy interesante es al respecto, el especial del último número de Cahiers du cinema España dedicado a su carrera.

*Como en aquella maravillosa escena de In the mood for love (todo aquel que la haya visto sabrá seguro de lo que hablo)



Para aquellos que no conozcan demasiadas cosas sobre Doyle, ahí va una escueta filmografía escogida:

- Days of Being Wild (Wong Kar-wai, 1990)
- Chugking Express (Wong Kar-wai, 1994)
- Fallen Angels (Wong Kar-wai, 1995)
- Temptress Moon (Chen Kaige, 1996)
- Happy Together (Wong Kar-wai, 1997)
- Psycho (Gus van Sant, 1998)
- In the mood for love (Wong Kar-wai, 2000)
- El americano impasible (Phillip Noyse, 2002)
- Hero (Zhang Yimou, 2002)
- 2046 (Wong Kar-wai, 2004)
- La joven del agua (Nigth Shyamalan, 2006)
- Paranoid Park (Gus van Sant, 2007)

2 comentarios:

LadyM dijo...

Sí, recuerdo yo tb la escena de la q hablas, aún hoy, d cd en cd sigue merodeando x mi mente como el estribillo de mis canciones favoritas. Precioso momento, cine, cine y cine!.

Vaya pasada de blog q tienes compañero!. Enhorabuena.

yorgos dijo...

muchas gracias compañera!
si, es una escena pegadiza!