Éstos son algunos de sus fotogramas, que dan inicio a Luz silenciosa.


al menos a partes iguales.




*Fotogramas de Manufactured Landscapes (Paisajes transformados, 2008), de Jennifer Baichwal

y libertad). Pero, ¿por qué esta imagen que va abriendo el plano hasta hacernos comprender que la acción se sitúa en una sala de billar? El objetivo enfoca la lámpara como enfoca a la figura humana. La lente de Hou muestra los objetos como figuras, porque todos ellos están dentro del mismo “ojo de voyeur” que va a regir la disposición de la escena durante toda la película. Aunque a diferencia de los objetos, las figuras humanas, móviles, entran y salen del cuadro a su merced, acaparando a su manera el protagonismo, dejando que fluyan sus movimientos sin que la cámara persiga la acción. Porque en muchas ocasiones Hou plantea el encuadre como el de una cámara oculta, haciendo que el espectador se sienta un voyeur. Porque abandona los primeros planos y planos cortos, fragmenta la imagen d
ejando que las cosas pasen, no buscando que ocurran.
Carlos Reygadas es uno de esos cineastas que no dejan indiferente a nadie. Las imágenes de sus películas resultan unas veces hipnóticas, otras reveladoras, fascinantes, pero en ocasiones también son desconcertantes e incluso pueden ser desagradables. Nos guste o no su forma de hacer cine, una cosa queda clara, en nuestra memoria permanecerán latentes muchas de sus imágenes, aunque nos queramos deshacer de ellas. Su cine es provocador e innovador; apuesta por un ritmo pausado, con secuencias largas y planos más bien sosegados; sus temas son trascendentales, indaga en la espiritualidad del hombre a la par que en sus pulsiones y soledades; tiene muy en cuenta el montaje, tomando consejo de aquel viejo concepto del efecto Kuleshov, donde -para abreviar- en el montaje está el men
saje.
mo director-, Padilha se relacionó durante dos años con el Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE) de Brasil, entrevistándose con ellos, con sus psiquiatras y con miembros de la Policía. Todo para conseguir que su trabajo represente la verdadera realidad del modo de actuación de dicho batallón y de la situación de la corrupción policial y el narcotráfico en las favelas. Algo que queda reflejado a la perfección mediante una narración sólida que mantiene al espectador en vilo durante todo un metraje donde el trabajo actoral es espectacular.




Habitualmente se habla en este blog de un cine asiático muy marcado por la herencia del cine moderno y por la utilización de nuevos lenguajes y rupturas. Por eso, es menester cambiar el registro y hablar de otro cine que también se hace en altas cuotas de calidad.
pada. Hace un cine “crepuscular” de la temática samurai, equivalente al de la etapa del western catalogada de este modo. En Love & Honor, al igual que en las otras películas que completan la trilogía, sus personajes se enfrentan a un código de honor que por norma y moral deben respetar por encima de todo, y que en el fondo los atormenta. El protagonista del film es un samurai que está harto de su trabajo, que tiene otro sueño que le gustaría llevar a cabo. No se producen grandes enfrentamientos, duelos o combates a espada, y por el contrario, el film es más duro en ocasiones sin derramar una gota de sangre. Aunque tal vez le sobren algunos minutos al metraje final y en ocasiones peque de recargado dramatismo, la gracia de la simpleza de la narración y la gran interpretación de los actores -en especial el protagonista-, logra que el film alcance altas cuotas de emotividad y llegue a envolver al espectador.
Ausencia y austeridad
parte resulta simétrica a la primera. Una secuencia muestra a Ramón, y la siguiente a Cándida, reflexivos y un tanto depresivos, sentados cabizbajos advirtiendo su perfil ante la cámara. Tras lo cual -antes del plano secuencia final del que hemos hablado-, al igual que en la primera parte del film, un elemento da un atisbo de dinamismo a tan austera estructura. Un plano contraplano de los rostros pensativos de los protagonistas, pasan a preceder la secuencia final. 


Tiempos muertos






Las figuras cinematográficas malignas del expresionismo alemán representan verdaderamente “el mal” personificado. Son un ente superior y abstracto reflejado en un ser tangible cuya alma se ha vendido o ha sido robada por el diablo, o de la misma forma, son resultado de las propias fuerzas mágicas demoníacas. De ahí proceden el Conde Orlock, Césare, el Golem, Humunculus, e incluso Scapinelli, Mefistófeles o Caligari. No obstante la figura cinematográfica del monstruo propiamente dicha, con sus atributos y personalidad característica nace realmente con las creaciones de la Universal, con la figuración de Drácula, de los vampiros, de Frankenstein, etc.

"A lo largo de este siglo, los pintores y los cineastas no han dejado de observarse, quizás porque han tenido, y siguen teniendo, más de un sueño en común -entre otros, capturar la luz-, pero sobre todo, porque su trabajo obedece, como señaló André BAzin, a un mismo impulso mítico: la necesidad original de superar el tiempo mediante la peremnidad de la forma; el deseo, totalmente psicológico, de reemplazar el mundo exterior por su doble".
Víctor Erice