29 de octubre de 2012
26 de octubre de 2012
Looper (2012), Ryan Johnson
En 2044 las mafias envían desde el futuro a sus víctimas para que se les asesine sin dejar rastro. Joe (interpretado por Joseph Gordon-Levitt) se gana la vida de esta manera, sin hacer preguntas, tan solo apretando el gatillo en el momento exacto, de forma que no quede rastro de su victima en el futuro. Lleva una vida triste y rutinaria, marcada por la muerte y las drogas, hasta que un día se encuentra con que la víctima que va a asesinar es él mismo llegado del futuro (interpretado por Bruce Willis). Ha sido enviado para morir, para que sea eliminada toda pista de su vida de sicario. De modo que empieza entonces el agónico enfrentamiento entre el yo “presente” y su yo “futuro”.
El viaje en el tiempo es un recurso que el cine ha utilizado a menudo. En clave de comedia a lo Regreso al futuro, de aventura en sus versiones de La máquina del tiempo o de thriller de acción a lo Código fuente. Por ello, lo más destacable de Looper es justamente que no decae su interés, aunque en principio parezca que no aporte nada nuevo. Porque Looper es un thriller que mostrando una temática propia de la ciencia ficción, contiene tintes de cine negro. La película de Ryan Johson marca los tiempos de la intriga siguiendo la melancolía de unos personajes que no consiguen la felicidad. Desde el matón protagonista obsesionado en trasladarse a Francia cuando se retire, a un Bruce Willis que ha perdido todo, o la mujer y su niño con poderes paranormales que de alguna forma están aislados de la sociedad. Es más, el duelo a muerte entre los dos protagonistas tiene mucho (sobre todo en el tramo final) de western crepuscular.
Por otro lado, la llegada de Bruce Willis al pasado le hace convertirse en una suerte de Terminator a la inversa. Necesita saber que su yo del pasado no va a tomar decisiones que cambien el rumbo de su vida. Porque finalmente la película habla sobre eso, la fatalidad del paso del tiempo y el peso que tienen las malas decisiones del pasado sobre el futuro. Se trata en definitiva, de las repercusiones de la “lucha” de uno consigo mismo.
Es una lástima que la caracterización de un buen actor como Joseph Gordon-Levitt no esté a la altura de una película que se desenvuelve de forma destacable. Demasiado maquillaje para no conseguir que un hombre de rostro tan amable, frunza el ceño lo suficiente como para encarnar la juventud de Bruce Willis, al menos de manera que parezca real.
Looper se postula en definitiva como una película de naturaleza ambigua, partiendo de que el héroe de la historia es un asesino sin escrúpulos. Y no sólo eso, sino que él mismo es su propia víctima.
De la misma forma, Ryan Johnson intenta presentar a los sicarios como gente de carne y hueso, gente de a pie que trata de ganarse la vida como puede. Metiéndose al espectador en el bolsillo para que sufra con los protagonistas hasta el final.
20 de octubre de 2012
“Lo imposible” y otras posibilidades
La última película del
laureado director de El orfanato
(2009) ha conseguido el récord de taquilla en España durante su primer fin de semana en cartel. Con un
presupuesto de 30 millones de euros de financiación española, en sus tres
primeros días de exhibición Lo imposible
ha obtenido la friolera de 8.976.000 euros de beneficio, con casi 70.000
espectadores más que Torrente 4 (2011).
En las últimas semanas tanto Juan Antonio Bayona, como su equipo y los protagonistas
reales de la historia, han estado en todos los medios de comunicación del país,
contribuyendo a realizar una buena campaña publicitaria que sin duda ha
recogido sus frutos. Pero tal vez sea más importante si cabe, el hecho de que
los protagonistas de una historia que sucedió a miles de kilómetros de España,
en medio del tsunami que azotó el sudeste asiático en 2004, sean españoles. Una
historia cercana que contó en su día en la radio la mujer que la vivió en
primera persona y que maravilló al equipo de producción de Lo imposible, que con el cometido de conseguir mayor financiación se
afanó en encontrar unos intérpretes de relevancia mundial como Ewan Mcgregor y
Naomi Watts.
No es de extrañar pues,
que la historia haya repercutido tanto y su desenlace sea conocido por todos.
Una familia que queda separada por la catástrofe natural, que sin embargo y
contra todo pronóstico se topa con un final feliz. Lo cual desde el punto de
vista cinematográfico puede suponer de entrada una dificultad a superar a la
hora de atrapar al espectador. Pocos como el maestro Alfred Hitchkock tenían
por costumbre desvelarnos de antemano lo que iba a ocurrir en el desenlace de
sus películas. Lo curioso es que igualmente nos mantenía hasta el final con el
nervio a flor de piel. Un gran reto que Bayona, buscando la lágrima fácil, no
logra conseguir con garantías.
Claramente dividida en
dos partes, Lo imposible muestra en
su primer asalto el virtuosismo y la destreza de su director. La llegada del
tsunami queda reflejada con un hiperrealismo y espectacularidad abrumadores. La
conjunción de los planos, la violencia del sonido, la calidad de los efectos
especiales… Hasta ahí todo tremendo, devastador, inabarcable. Sin embargo la
película avanza y aparecen las carencias. Bayona juega de forma cansina con la
banda sonora que destaca hasta el mínimo momento dramático. La trama va
perdiendo interés y en ocasiones entre tanta lágrima se acerca muy peligrosamente
al telefilm. Algo en lo que había caído en otra ocasión otro de nuestros más
virtuosos e internacionales cineastas en su televisiva Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004).
En una línea totalmente opuesta a Lo
imposible camina Radu Muntean en su película Martes, después de Navidad (2010), que proyecta el TEA este fin de semana. Una de las películas a
tener en cuenta del nuevo (y bueno) cine rumano. Tan lejana de la
espectacularidad y del cine de masas, como cercana a la forma sobria de narrar
historias de Cristi Puiu (La muerte del
Sr. Lazarescu, 2005) o Cristian Mungiu
(4 meses, 3 semanas y 2 días,
2007). Si Bayona es hiperrealista en
la espectacularidad de la recreación de los hechos, Muntean es sobrio y
austero. La realidad, en la película del cineasta rumano se respira en cada
escena, en cada gesto de sus protagonistas. Evita el plano contra-plano en los
diálogos y niega el detalle. Coloca la cámara fija y deja que el plano se
alargue tanto como exija el diálogo hasta conseguir reproducir la escena de la
manera más creíble posible.
Como Lo imposible, Martes, después de Navidad habla de una pérdida y un rencuentro, el del
amor. Esta vez del amor dormido de un hombre hacia su esposa, con la que tiene una
hija, y el amor apasionado que por el contrario vive con su amante. En el
fondo, de cómo se viven una mentira y los sentimientos encontrados que provoca.
Este fin de semana pueden conocer uno de los escasos éxitos taquilleros
del cine español o disfrutar de la producente nueva ola de cine rumano. Sea
como sea, disfruten del cine.
11 de octubre de 2012
Cosmópolis (2012), David Cronenberg
Como en una especie de Night on earth (Jim Jarmusch, 1991), Cosmópolis transcurre en su mayor parte
en un vehículo que atraviesa la ciudad de Nueva York. Una limusina que
transporta a Eric Packer, un joven millonario empeñado en ir al barbero aunque
eso le demore todo el día. De camino va haciendo paradas, se reúne con sus
asesores, asiste al ataque de un grupo de manifestantes que emulan el Occupy
Wall Street, hasta que acaba dándose cuenta de que corre el riesgo de ser
asesinado.
David Cronenberg ha
realizado en los últimos años notables películas como Una historia de violencia,
Promesas del Este (de la que prepara
su segunda parte) o Un método peligroso. Todas ellas
películas en las que, aunque deja un tanto de lado el característico estilo
visual de películas anteriores, no abandona ni mucho menos los elementos más
reconocibles de su cine. Lo siniestro, el psicoanálisis, la doble personalidad…
en definitiva, aquello que permanece desconcertantemente oculto en el ser
humano. En su adaptación de la novela de Don DeLillo recupera además el tono de
la fábula y se acerca de algún modo a su pasado en el cine de ciencia ficción.
Así como recupera la esencia de esa atmósfera fría y turbia de Crash, que reflejaba tanto la apatía
como la delgada línea entre la excitación y el sufrimiento. Porque algo muy
parecido es lo que siente el protagonista de Cosmópolis, en un mundo que él mismo crea y destruye.
Lo cual supone una
muestra perfecta del tipo de personaje fetiche del realizador canadiense, alguien
ambiguo, que esconda algo y sea extraño por naturaleza. Así de desconcertante es
el protagonista de Cosmópolis,
interpretado por un Robert Pattinson encasillado en su papel de vampiro en Crepúsculo. Y lo cierto es que resulta
difícil no relacionarlo con tal bazofia cinematográfica, pero debe
reconocérsele en este su último trabajo, en el que está a la altura de su
personaje, por mucho que la crítica hable de su economía interpretativa. Lo
cuál se presta además a otra lectura. Que Cronenberg reconvierte a uno de los
iconos del Hollywood actual y por lo tanto un icono del mercado, en el rostro
de una película que reflexiona sobre los desmadres del capitalismo y retrata su
caída. De hecho, plantea un diálogo continuo entre el joven millonario y sus
asesores, barbero, prostitutas, guardaespaldas, etc., que reflexionan sobre el
estado del capitalismo y su declive. Al fin y al cabo lo que termina haciendo
es mostrarnos los polos opuestos de la sociedad, las formas de vida y desvíos
mentales derivados de un mismo patrón. Nos muestra al cazador cazado en su más
pura expresión. A los monstruos que genera el capitalismo.
5 de octubre de 2012
Salvajes (2012), Oliver Stone
Basada en la novela de
Don Winslow, la última película de Oliver Stone presenta un triángulo amoroso
metido en el negocio del tráfico de la marihuana en la baja California. Se
encuentran sumergidos en el juego de los grandes cárteles mexicanos, del que
una vez ganado suficiente dinero resulta difícil salir.
Salvajes
se postula en un principio como una obra que se desvía de sus últimas
producciones y trae de vuelta al Oliver Stone de Asesinos natos y U-turn, giro
al infierno. Y lo cierto es que Stone recupera su estilo visual. Sin
embargo, aunque Salvajes contiene
algunos lugares comunes con respecto a su cine de antaño, como el gusto por los
excesos, la violencia y lo estrambótico, a la película le falta el “punch” de Asesinos natos.
Stone crea una escena
muy poco creíble (entiendo que de forma buscada) en la que sobre todo el
triángulo amoroso no cubre las expectativas. El ejemplo es que el papel de secundarios
de Hayek y Travolta contempla mayores luces, así como Benicio del Toro aporta más
a la película que Taylor Kitsch, Blake lively y Aaron Jhonson juntos. Y como el
trío amoroso, aunque la película consigue una factura aceptable y reconocible,
se acaba haciendo pesada.
Entre esa atmósfera
amarillenta de disparos y porros, Salvajes
tiene algunas ráfagas del western fronterizo. En el que aparece una frontera
real, como la línea que separa EEUU de México, y otra ficticia, en el sentido
del intento de cambiar de vida o planear un último trabajo antes de retirarse.
Lo cual siempre acarrea una confrontación con desenlace dramático. De hecho, el
desenlace o duelo definitivo, va acompañado por una banda sonora que sigue los
cánones del western. En un final para sorpresa, a dos bandas (desconozco si es
así en la novela o es invención del cineasta). O lo que es lo mismo, Stone
termina su película con un final imaginado por la protagonista y otro que
representa el desarrollo real. Gesto totalmente innecesario que recupera de
alguna manera el tono poético con el que se abre el metraje y que reivindica el
carácter extravagante y militante del cineasta norteamericano. Rompa más o
menos con la norma, lo cierto eso sí, es que a nadie va a dejar indiferente.
Aunque nos podría haber ahorrado algunos minutos de metraje.


