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1 de febrero de 2013

Incendies (2010), Denis Villeneuve

Oriente próximo es uno de esos lugares del mundo donde parece que algunos tienen total impunidad para cometer las mayores atrocidades sin que las potencias que controlan el planeta para su beneficio hagan nada. Un pasado y un presente de conflictos bélicos que parecen no tener fin y que ha supuesto la muerte y el exilio de centenares de miles de personas. Contexto en el que emerge Incendies, adaptación de la obra teatral de Wadji Mouawad, como una necesidad de llevar a las pantallas del mundo occidental esta realidad que apenas se conoce sino a través de los noticiarios. Una realidad que a menudo se queda por demasiado poco tiempo en nuestras cabezas. 


Durante la Guerra del Líbano en los años 80, Nawal Marwan luchó por sus derechos y por los de su pueblo antes de exiliarse a Canadá. Tras su muerte (que es el arranque de la trama), deja como parte de su testamento dos cartas a sus dos hijos, una para que la entreguen a su padre, al que creían muerto; la otra dirigida un hermano cuya existencia desconocían. Es a raíz de entonces que ambos hermanos se dirigen a Líbano para conocer la verdadera historia de su madre y cumplir su deseo.

Por lo tanto, Denis Villeneuve opta por enfocar la cara más humana del conflicto. Focaliza la trama en la figura de su protagonista, interpretada notablemente por Lubna Azabal. Algo que ha colocado para cierto sector de la crítica a Incendies como un culebrón sensacionalista en el que una madre revela a sus hijos el secreto que nunca imaginaron, sin ahondar en la esencia del conflicto del Líbano. Sin embargo, sí consigue trascender en su humanidad, en la dureza de la vida de una mujer marcada por el horror de la guerra. Cuyos ecos e ideologías se reflejan de forma sutil, pero intensa, suficiente para entender en qué momento histórico nos encontramos y cuál es la problemática que nos atañe. Porque si algo consigue Incendies es que uno se quede con la sensación desgarradora de que lo que ha visto es una historia real. Ya no la historia de muchas mujeres del Líbano, sino de muchas mujeres que siguen sufriendo esos mismos abusos a diario en cualquier parte del mundo.

Galardonada en diversos festivales, podríamos decir que Incendies aporta cierta continuidad a una serie de películas en las que se reflexiona en torno a la Guerra del Líbano. En los últimos años, dos producciones israelís de extraordinaria originalidad han dado la vuelta al mundo haciendo autocrítica sobre este conflicto: Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) y Lebanon (Samuel Maoz, 2009). Mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro y León de Oro en la Mostra de Venecia respectivamente, suponen el relato autobiográfico de dos cineastas que combatieron en la guerra durante su juventud.

Sin importar cómo ni quién cuente la historia, es necesario seguir contándola desde un punto de vista objetivo. Dejar que los hechos hablen por sí mismos, tomar el testimonio de aquéllos que realmente han vivido el terror de la guerra y no de aquellos que la escriben desde lejos.


2 de abril de 2009

Vals con Bashir (2008), Ari Folman

Vals con Bashir, un film de animación seleccionado para la sección oficial del festival de Cannes 2008, causó una verdadera expectación el año pasado. Y es que este film que narra las vivencias de su propio director en la guerra del Líbano en 1982 contiene un buen número de elementos a resaltar.

En primer lugar, es una película documental de animación, algo que de por sí, produce cierta curiosidad e interés. Por otro lado, su temática es absolutamente actual y los hechos son contados por la gente que los vivió, tutelados -por el contrario a como suele ser en un documental- no por alguien exterior que indaga en el tema, sino por un superviviente del conflicto.

Pero, esta coproducción israelí, francesa y alemana, va mucho más allá y su eje temático no se articula partiendo de los hechos que acaecieron propiamente dichos, sino que partiendo de un sueño del protagonista, narra la búsqueda de lo vivido en lo más profundo de su mente. Por eso, el eje del film es la memoria. Algo muy de actualidad también en España y en muchos lugares del mundo. Los recuerdos que marcan de por vida a aquellos que los han vivido y que en muchas ocasiones construyen una coraza donde dejarlos aislados. Folman construyó esa coraza hasta que tuvo la necesidad imperiosa de romperla para reconocer los hechos reales. Como aquéllos que necesitan reconocer a los verdugos para poder enterrar por fin en paz a sus muertos.

Vals con Bashir arranca con fuerza y consigue medir correctamente por lo general sus dosis de pausa y reflexión, dejando al espectador que engulla como necesita, lo que está viendo. Porque aunque es cierto que en el tramo final del metraje se aprecia un ritmo un tanto más ralentizado, el conjunto no pierde su interés en ningún momento, reforzado en todo momento por una fantástica banda sonora.

Sorprende observar la crudeza que transmiten esos testimonios animados a imagen y semejanza de sus homólogos reales. El propio Folman declaró que no quería que la gente saliera del cine pensando que había visto tan solo una buena película de animación, sino que saliera pensando que lo que habían visto fue real y miles de personas fueron asesinadas. Tal vez sea por eso –y es de lo poco que se le pueda reprocharle- que introduce algunas imágenes de archivo sobre la masacre rompiendo la coherencia de la animación. Aunque sea verdad que con ello dota a la película de un dramatismo aún más elocuente. No se la pierdan.