Tropa de élite (2007), Jose Padilha
Una de las características más interesantes que puede proponer el cine documental –bajo mi punto de vista, la mejor- es un carácter analítico de denuncia hacia aquello hacia lo que enfoca y sobre lo que reflexiona. En los últimos tiempos han ido llegando a nuestras pantallas una serie de títulos procedentes del cine latinoamericano contagiados de un halo comprometido, realizados con una filmación fresca y directa. Lo cual no quiere decir que todo el cine latinoamericano -tanto el que nos llega como el que no- haya sido tocado por la misma barita, sino que éste contiene un rasgo general que del mismo modo lo honra: la diversidad de sus propuestas. Bien es cierto que hay mucha vida más allá del cine combativo tan alagado por la crítica.
En países como colombia, la temática del narcotráfico, abordada en Tropa de élite, es la primera propuesta de producción. Así vimos del mismo modo coproducciones como María llena eres de gracia (J. Martson, 2004) o La virgen de los sicarios Barbet Schroeder, 2000). Así podríamos citar un sinfín de películas latinoamericanas que tranten temas espinosos y busquen el compromiso y la denuncia, partiendo por ejemplo –buscando a un compatriota de Padilha- de Rocha.
Si de Brasil nos impactó hace ya unos años la Estación central de Brasil de Walter Salles, la Ciudad de Dios de Meirelles, se asemeja mucho más al estilo de filmar y la temática del film de Jose Padilha. Y es que, como venimos diciendo, Padilla utiliza esa misma cámara temblorosa y escurridiza que Meirelles en su Ciudad de Dios, y no duda en filmar un tipo de imagen casi documental que muestra –con todas las letras- la cruda realidad. Tropa de élite es un film duro, un pedazo de realidad representada en la ficción. Siguiendo el trabajo del documentalista –no se olviden del documental Bus 174 de éste mis
mo director-, Padilha se relacionó durante dos años con el Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE) de Brasil, entrevistándose con ellos, con sus psiquiatras y con miembros de la Policía. Todo para conseguir que su trabajo represente la verdadera realidad del modo de actuación de dicho batallón y de la situación de la corrupción policial y el narcotráfico en las favelas. Algo que queda reflejado a la perfección mediante una narración sólida que mantiene al espectador en vilo durante todo un metraje donde el trabajo actoral es espectacular.
Tropa de élite fue el film sensación del último Festival de Berlín -donde se llevó el Oso de Oro- y un auténtico taquillazo en Brasil. No obstante, el robo de una copia en DVD de las oficinas de la productora tres meses antes del estreno en Brasil, permitió que once millones y medio de habitantes lo visionaran en versión pirata. Muchos repitieron en pantalla grande.
En países como colombia, la temática del narcotráfico, abordada en Tropa de élite, es la primera propuesta de producción. Así vimos del mismo modo coproducciones como María llena eres de gracia (J. Martson, 2004) o La virgen de los sicarios Barbet Schroeder, 2000). Así podríamos citar un sinfín de películas latinoamericanas que tranten temas espinosos y busquen el compromiso y la denuncia, partiendo por ejemplo –buscando a un compatriota de Padilha- de Rocha.
Si de Brasil nos impactó hace ya unos años la Estación central de Brasil de Walter Salles, la Ciudad de Dios de Meirelles, se asemeja mucho más al estilo de filmar y la temática del film de Jose Padilha. Y es que, como venimos diciendo, Padilla utiliza esa misma cámara temblorosa y escurridiza que Meirelles en su Ciudad de Dios, y no duda en filmar un tipo de imagen casi documental que muestra –con todas las letras- la cruda realidad. Tropa de élite es un film duro, un pedazo de realidad representada en la ficción. Siguiendo el trabajo del documentalista –no se olviden del documental Bus 174 de éste mis

Tropa de élite fue el film sensación del último Festival de Berlín -donde se llevó el Oso de Oro- y un auténtico taquillazo en Brasil. No obstante, el robo de una copia en DVD de las oficinas de la productora tres meses antes del estreno en Brasil, permitió que once millones y medio de habitantes lo visionaran en versión pirata. Muchos repitieron en pantalla grande.