31 de julio de 2012

Muere Chris Marker a los 91 años

El pasado domingo murió el único e inclasificable cineasta francés Chris Marker. El enigmático pensador, cineasta, escritor y todos los calificativos que se le puedan dar a tan creativa y original carrera, cuya verdadera identidad a penas conocíamos, puesto que para empezar se hacía conocer utilizando un pseudónimo. 

Como una premonición de su muerte, en los últimos meses habíamos escuchado hablar y mucho de su figura. La edición de un pack de DVD de Intermedio, el ciclo de la Cinemateca de Madrid o el número de la Caimán Cuadernos de Cine (antigua Cahiers du Cinema España), que analizaba su cine y su particularidad artística e intelectual. Quedan para la memoria obras maestras como La Jetée o Sans Soleil, cuya repercusión en la historia del cine es hoy innegable. 

28 de julio de 2012

El caballero oscuro: la leyenda renace (2012), Christopher Nolan


El estreno de El caballero oscuro: la leyenda renace (The Dark Knight rises) ha sido uno de los más esperados del año y desgraciadamente, el más accidentado. Es curioso como algunas personalidades norteamericanas han escrito en los medios de comunicación estos días cuestionando la violencia aparecida en el cine que consumen las masas. Algo que indudablemente influye en las actitudes de nuestros más jóvenes si no existe una normativa que lo regule con claridad, como ocurre en Estados Unidos. Sin embargo, algunas de estas opiniones no se han cuestionado el uso descontrolado de las armas de la población estadounidense, lo cual no es una buena forma de enfocar el problema. Así en el estreno en la pequeña localidad de Aurora (Denver, Colorado) de la última entrega de Batman, un joven descerebrado asesinó a 12 personas.
Dejando a parte la desgracia a la que se ha enfrentado de partida el estreno de la película, surge otro problema para esta nueva edición del hombre murciélago, y es que se espera mucho de ella. Resulta difícil juzgar una película cuyas precuelas alcanzan un nivel tan alto. Batman begins era una demostración de estilo, el viaje a los orígenes de uno de los superhéroes más exitosos de todos los tiempos, retratado en su vertiente más oscura. El caballero oscuro, una sinfonía, una película con todos y cada uno de los elementos necesarios, medida al milímetro, filmada con maestría. Probablemente, una de las mejores películas de acción de la última década. Pero su continuación, El caballero oscuro: la leyenda renace, no ha conseguido seguir sus pasos y en cierta medida, se queda a medias.
La última película de Nolan se hace larga. A la primera parte del metraje le falta algo de ritmo y se nos presenta un superhéroe en horas bajas, tan demacrado, que resulta inverosímil verlo de repente repartiendo mamporros como antaño. Sin embargo, el director de Memento (2000) se guarda lo mejor para un final apoteósico y sorprendente que engatusa por completo al espectador y le hace olvidar que ha estado sentado en la misma butaca durante bastante más de dos horas y media. El estilo visual de Nolan es espectacular, como lo es en general su puesta en escena.
Termina de este modo una trilogía que alcanzó por lo tanto su punto álgido en su segunda entrega. Sólo espero que los magnates del cine sepan contenerse y no empiecen, como viene siendo tendencia, a producir más y más secuelas que carezcan de sentido.

20 de julio de 2012

El dictador (2012), Larry Charles


El tándem Larry Charles y Sacha Baron Cohen ha dado mucho de qué hablar en los últimos años. Partiendo de su más que polémica Borat, que causó crispación en ciertos círculos de la Academia estadounidense, han realizado tres producciones en las que el británico Baron Cohen es protagonista y coguionista. Y su personalidad salta a la vista en cada una de ellas, como lo hizo en su notable interpretación en La invención de Hugo (Martin Scorsese,  2011).

Ambos han creado un estilo característico e incendiario, no sin tomar alguna que otra referencia de otros cineastas. En este caso, la mueca se hace visible desde el propio título de la película, a El gran dictador, una de las obras maestras del único e inigualable Charles Chaplin. Larry Charles y Baron Cohen van más allá y toman además en herencia el elemento del “doble” (por el desdoblamiento del personaje del dictador en ambas películas), la sátira creativa e incisiva e incluso algunos fragmentos de diálogo que pasadas las décadas podrían perfectamente adecuarse de una a otra película.

Quizás el planteamiento de El dictador sea menos inteligente y profundo que el de Chaplin, pero da rienda suelta a todo un repertorio de gags y situaciones de total desparrame y locura. Momentos en los que no se salva nadie, porque hay mamporros para todos. Como en Borat, se echa mano de las diferencias culturales entre el pueblo norteamericano y lo que le es ajeno, para cuestionar sus costumbres e ideologías. Así Sacha Cohen encarna a un dictador musulmán de un país del norte de África que viaja a Estados Unidos y es víctima de una conspiración que tiene como cometido la instauración de la democracia en su país. De esta forma consigue comparar cínicamente unas y otras culturas y algunas de las acciones que acometen. Tanto que en cada escena se busca el alboroto y una carcajada mayor, utilizando como arma principal la provocación.

Esta vez no existe ese formado difícil de encasillar, de ficción en clave documental que vimos en Borat. Se trata de un relato convencional donde hay espacio para la historia de amor, la evolución psicológica típica del personaje y un planteamiento de estructuración clásico en tres partes. Eso sí, hay espacio de sobra para la risa y la crítica.

13 de julio de 2012

La delicadeza (2011), David y Stèphane Foenkinos


Nathalie y François se conocieron en un café de París de una forma de lo más espontánea y mágica. Desde entonces, decidieron compartir sus vidas y fueron felices.

Así se abre La delizadeza y por unos minutos todo es demasiado perfecto. Demasiado platónico, demasiado poético. Hasta que la burbuja se rompe de la forma más trágica. Y entonces comienza verdaderamente la película que intenta de alguna manera, romper un tanto la norma, aunque ni mucho menos aporte nada nuevo. La delicadeza sigue de alguna manera el enfoque de cierto cine francés que se ha venido realizando en los últimos años. Se niega a seguir los cánones del melodrama, a hacer de una situación trágica, un martirio. Aborda la trama intercalando escenas de humor comedido y situaciones que desembocan ante todo en momentos de verdadero optimismo. Siguiendo una línea cercana a la reciente Declaración de guerra, de Valérie Donzelli, con la que comparte además el importante protagonismo de la banda sonora. Los distintos temas musicales de La delicadeza acompañan en todo momento a sus protagonistas enfatizando cada uno de sus gestos, de sus estados anímicos, de sus pasos. Lo cuál no es sino uno de los elementos que la acerca a los tipismos de ese cierto cine francés del que hablamos. Puesto que por otro lado, se producen algunos momentos que rozan la ingenuidad y la cursilería, a única falta de introducir alguna escena musical. 

Quizá como seña inevitable de alguien dedicado anteriormente a las letras como David Foenkinos (que aquí adapta su propia novela) en algún que otro instante el diálogo se vuelve redundante e innecesario con respecto a lo que reproduce el lenguaje visual. Por suerte, su película también sabe responder con chispazos de buen cine. Algo de lo que son principalmente responsables sus intérpretes. Audrey Tautou (Nathalie) responde con la capacidad que era de esperar y se echa la película a sus espaldas interpretando a un personaje cuyos rasgos le son familiares. Su carácter impulsivo, su aparente fragilidad e inocencia, su positividad, etc. Alguien que encuentra el contrapunto perfecto (o complemento, según se mire) en la figura de François Damiens, que encarna notablemente al desdichado y excéntrico Markus.

En definitiva, el amor es imperfecto y así lo exponen David y Stèphane Foenkinos. Puede ser de verdad muy raro, como también desafortunado o imprevisible. Pero  lo importante, y sobre todo, lo más difícil, es saber interpretarlo.

6 de julio de 2012

Hysteria (2011), Tanya Wexler

Resulta increíble que hasta 1952 se diagnosticara la histeria como una “enfermedad” que afectaba a las mujeres. Sus síntomas, cosas tan naturales como la desconformidad, los cambios de humor, los pensamientos impuros o el apetito sexual. Algo únicamente solucionado por un doctor que en la Inglaterra victoriana de finales del s. XIX, en plena epidemia de histeria, encontró la cura: el vibrador. 

La realizadora Tanya Wexler recurre a este curioso momento histórico para, tomando elementos de la historia real, crear una ficción en clave de comedia. Hysteria narra la aventura de este incansable doctor, célebre por tratar a las mujeres histéricas basándose en el “paroxismo uterino”. Sin ir más lejos, apaciguando los pensamientos “sombríos” del sexo opuesto utilizando sus propias manos.
Ante la incesante demanda que provocó su método revolucionario, el cansancio físico le y la pericia de su amigo inventor, le hicieron vislumbrar la idea de crear el primer patrón de vibrador eléctrico.
Sin embargo, temática a parte Hysteria entra en los cánones la típica comedia romántica. Se trata de un triángulo amoroso en el que participan dos mujeres, una de ellas clásica y contenida, la otra, incendiaria. Desde la primera escena en que aparece ésta última, se sabe a quién elegirá el apuesto caballero. Por lo que la trama se intuye de principio a fin, lo cual afortunadamente no impide que la película tenga ritmo y unas dosis de humor contagiosas.
Lo más destacable de Hysteria es que Wexler pone sobre la mesa muchos temas que por desgracia hoy siguen siendo tabú para algunos. Habla de la posición de la mujer en la Inglaterra del s. XIX y de la lucha por sus derechos. De la lucha de clases, de la modernidad o de la libertad de elección. Y podría parecer que no termine de tomarse en serio todo lo que plantea, pero lo cierto es que en la película desmonta a su manera la autoridad del hombre por completo. Mediante una comedia ligera, consigue la dosis exacta de crítica y burla hacia los planteamientos machistas que azotaron esa época y cuyos efectos por desgracia, todavía hoy siguen presentes en cierta medida.
Sin ir más lejos, Estados Unidos, ha catalogado Hysteria como no recomendada para menores de 18 años. Sin embargo, una película como Los juegos del hambre, donde un grupo de adolescentes se entrena para matarse entre sí, se gana el calificativo de no recomendada para menores de 13. O sea, que hasta cierta edad no puedes expresar tu sexualidad libremente, pero quizá si cargarte al vecino.