El caballero oscuro: la leyenda renace (2012), Christopher Nolan
El estreno de El caballero oscuro: la leyenda renace (The
Dark Knight rises) ha sido uno de los más esperados del año y desgraciadamente,
el más accidentado. Es curioso como algunas personalidades norteamericanas han
escrito en los medios de comunicación estos días cuestionando la violencia
aparecida en el cine que consumen las masas. Algo que indudablemente influye en
las actitudes de nuestros más jóvenes si no existe una normativa que lo regule
con claridad, como ocurre en Estados Unidos. Sin embargo, algunas de estas
opiniones no se han cuestionado el uso descontrolado de las armas de la
población estadounidense, lo cual no es una buena forma de enfocar el problema.
Así en el estreno en la pequeña localidad de Aurora (Denver, Colorado) de la
última entrega de Batman, un joven descerebrado asesinó a 12 personas.
Dejando a parte la
desgracia a la que se ha enfrentado de partida el estreno de la película, surge
otro problema para esta nueva edición del hombre murciélago, y es que se espera
mucho de ella. Resulta difícil juzgar una película cuyas precuelas alcanzan un
nivel tan alto. Batman begins era una
demostración de estilo, el viaje a los orígenes de uno de los superhéroes más
exitosos de todos los tiempos, retratado en su vertiente más oscura. El caballero oscuro, una sinfonía, una
película con todos y cada uno de los elementos necesarios, medida al milímetro,
filmada con maestría. Probablemente, una de las mejores películas de acción de
la última década. Pero su continuación, El
caballero oscuro: la leyenda renace, no ha conseguido seguir sus pasos y en
cierta medida, se queda a medias.
La última película de
Nolan se hace larga. A la primera parte del metraje le falta algo de ritmo y se
nos presenta un superhéroe en horas bajas, tan demacrado, que resulta
inverosímil verlo de repente repartiendo mamporros como antaño. Sin embargo, el
director de Memento (2000) se guarda
lo mejor para un final apoteósico y sorprendente que engatusa por completo al
espectador y le hace olvidar que ha estado sentado en la misma butaca durante
bastante más de dos horas y media. El estilo visual de Nolan es espectacular,
como lo es en general su puesta en escena.
Termina de este modo una
trilogía que alcanzó por lo tanto su punto álgido en su segunda entrega. Sólo
espero que los magnates del cine sepan contenerse y no empiecen, como viene
siendo tendencia, a producir más y más secuelas que carezcan de sentido.
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