27 de mayo de 2011

Cine y comercio

Cine forum "el comercio en el cine" en el Museo de Antropología e Historia de Tenerife

Con motivo de la celebración del proyecto cultural El museo en el escaparate, cuyo principal objetivo se centra en superar la tradicional escisión entre la actividad comercial y la función social de los museos como esferas contrapuestas en la vida social, lanzamos una reflexión sobre el acercamiento del cine al comercio desde su vertiente artística, analizando a través de este cine fórum la relevancia del mundo comercial en algunas obras cinematográficas.

Lo cierto es que a lo largo de la historia del cine, en ocasiones el lugar o emplazamiento donde se desarrolla la actividad comercial pasa a tener un rol muy importante en la trama, tanto que puede llegar a tener la relevancia de un personaje más.

El cineasta hongkonés Wong Kar Wai, acostumbra a dotar de una importancia reveladora algunos de los locales de comida o cafeterias que aparecen en sus películas. Tanto en Chunking Express (1994) como en My Blueberry Nights (2007), los locales que aparecen no sólo son el escenario donde transcurre la mayor parte del film, sino que además funcionan como una extensión de los propios personajes. Al igual que no menos importante es la cafetería regentada por Viggo Mortensen en Una historia de violencia (David Cronenberg, 2005), donde se da el suceso que revela los secretos del protagonista de la película.

Estos establecimientos cuya importancia dramática es indiscutible y que son reflejo de la forma de vida de los personajes que los regentan, son del mismo modo equiparables a la tienda de ultramarinos de El señor Ibrahim y las flores del Corán (F. Dupeyron, 2003), el bar de Lolo en Tapas (Cruz y Corbacho, 2005), la tienda de lencería de El abrazo partido (Burman, 2003), la tienda fotográfica de Navidad en agosto (Hur Jin-Ho, 1998), el videoclub de Rebobine, por favor (Gondry, 2008), el estanco de tabacos de Smoke (Waine Wang, 1995), la ebanistería de Mi pequeño negocio (Jolivet, 2000), la peluquería de Caramel (Labaki, 2007) o la entrañable tienda de chocolates de Chocolat (Lasse hällstrom, 2000). Lugares que constituyen el eje que vertebra el conjunto del film y revelan los sentimientos y la forma de ser de los personajes como lo haría un gesto o una mirada.

Sin embargo, no todo son pequeños negocios. El cine de comedia principalmente, como el de terror (no olvidemos los grandes almacenes donde se desarrolla Zombie, de George A. Romero), también se ha ocupado de las grandes superficies. Los gags alocados de los hermanos Marx en los grandes almacenes de Tienda de locos (1941), sirvieron de inspiración a Jerry Lewis en su alocada Lío en los grandes almacenes (1963). Un relevo que toman entre otros en el cine contemporáneo el Kevin Smith de Clerks (1994) y Mallrats (1996) o el Álex de la iglesia de Crimen ferpecto (2004), convirtiendo las grandes superficies comerciales en lugares donde es posible que sucedan las más alocadas situaciones.

2 de mayo de 2011

Little alien (2010), Nina Kusturica

Little alien, es uno de esos documentales necesarios que te traen de vuelta a la crudeza del mundo en el que vivimos y te hace tocar de pies a tierra. Una pasarela de casos de distintos jóvenes inmigrantes procedentes de diversas partes del mundo, de una serie de vidas truncadas por el sufrimiento y la búsqueda de una existencia mejor.

Winterbottom nos enseñaba con crudeza en In this world (2002) el duro periplo que pasan unos jóvenes refugiados afganos que intentan llegar a occidente escapando del panorama desolador que vive su país. Como ellos, algunos de los protagonistas del documental de Nina Kusturica, recorrieron infinidad de kilómetros escondidos debajo de camiones camino a occidente. Estos trayectos jugándose la vida pueden durar días, por no hablar del riesgo que se corre al cruzar las fronteras. “Cuando llegas a la frontera de Irán te enseñan unas cuantas orejas cortadas y te piden unos 10 mil o 15 mil dólares diciéndote, o pagas o te hacemos lo mismo”. “Te matan”, cuenta un joven en una escena del documental.

Little alien se abre con una secuencia desgarradora y llena de significado. Kusturica filma un puesto de vigilancia eslovaca en la frontera con Ucrania. Allí un agente de inmigración muestra el absoluto control que tienen de la frontera utilizando un complejo sistema de cámaras nocturnas que les permite anticiparse a los movimientos de los inmigrantes que sin esperárselo son repentinamente detenidos. Mientras escuchamos al agente alardeando de la efectividad de su trabajo, observamos imágenes oscuras, en penumbra, donde apenas se aprecia la acción del acto de detención de un grupo de inmigrantes, aunque somos conscientes en el fondo de que están sucediendo. Kusturica nos indica que es así como sucede en nuestro día a día, a oscuras, sin que nos demos prácticamente cuenta y sin que nos interese lo más mínimo el trato lamentable que viven estas personas, en sus países y en los nuestros.

Otro de los momentos más destacados del film y que por desgracia nos atañe mayormente si cabe a los españoles, es la secuencia que transcurre en la frontera entre España y Marruecos en Melilla. “Los soldados marroquíes son los sicarios de Europa, Europa financia esto”, dice un especialista. Se refiere al sistema de seguridad compuesto por tres vallas de seis metros de altitud flanqueadas por un soldado marroquí cada 50 metros. Nos explica que los soldados disparan sin remordimientos a quien intente rebasar la barrera. Si con suerte una persona sortea las balas, tras subir 6 metros de valla, cae sobre un colchón de alambres que en ocasiones le proporciona heridas tan sumamente graves como la pérdida de vísceras. Si continúa en pie, debe subir otra valla de 6 metros y caer al suelo nuevamente desde esa altura para sufrir el ataque de gases tóxicos. De seguir, vuelve a escalar otra valla de 6 metros y tras volver a caer debe sortear flashes tan potentes que podrían causarle ceguera. Aunque de todas maneras sería imposible consagrar el milagro, porque de llegar al otro lado, la guardia civil española lo estaría esperando.

El principal mérito de Little alien es que nos ofrece la oportunidad de conocer el testimonio real de diversos menores, el drama de la inmigración en su cara más amarga, la de los niños. De tal manera que es imposible mantenerse indiferente ante el posicionamiento que toma Europa y todo el primer mundo ante tales situaciones. No duden en pronunciarse y contribuir a que este tipo de cine se difunda y consagre su función crítica y de denuncia. Pueden visionarlo hasta finales de mes en el Primer Festival de Cine Europeo Invisible, Online.