17 de febrero de 2010

Freaks (1932), Tod Browning

Decía Jean-Luc Godard que “los verdaderos films de monstruos son aquellos que no producen miedo, sino que después de verlos ellos mismos nos hacen ser o sentirnos como monstruos”. Siendo así, Freaks es una de las mejores películas de monstruos de toda la historia, ya que sin duda éste es el efecto que el film de Browning transmite al espectador.

Situándonos en contexto, durante la década de 1930 el cine norteamericano de terror se caracterizó por la aparición del personaje del “monstruo”, heredado en gran medida del cine alemán. Después de la Primera Guerra Mundial la población alemana vivía sumida en una atmósfera oscura, pesimista, con numerosas inquietudes sociopolíticas, donde reaparecían una y otra vez los fantasmas de la guerra. En ese contexto aparecieron figuras monstruosas como la del vampiro, el Golem o el humúnculo, a la par que en Estados Unidos surgían figuras como el fantasma de la ópera, el Quasimodo o el Dr. Jeckill. Tanto en un caso como otro, surgidas dela tradición literaria. Hasta que en la década de 1930, la Universal lanzó las figuras de Drácula y Frankenstein, que precederían a las de la momia y el hombre lobo.

Si la literatura había representado los temores y la cara oculta del ser humano inventando seres monstruosos, después de dirigir el inolvidable Drácula (1931) seductor interpretado por Béla Lugosi, Browning mostró en Freaks a los seres monstruosos reales de su tiempo. Un grupo de personas extraordinarias, repletas de malformaciones y rarezas, un grupo de monstruos ante los ojos de una sociedad de la cual en la película se insta merecidamente a sentir vergüenza ajena.

Browning era un amante del mundo del circo a la antigua, del circo a modo de gabinete de curiosidades, de monstruos de feria. En The Unknown (1927) ya barajaba una temática similar a la de Freaks. Habiendo trabajado durante un tiempo como ayudante de D. W. Griffith, el grueso de su trabajo fílmico corresponde al cine mudo, y esa impronta se observa a lo largo del metraje de Freaks. El modo de interpretar de los actores, la forma de estructurar la película, la transición entre escena y escena, etc., no sólo dan constancia de este hecho, sino que ensalzan el resultado final de esta película considerada hoy en día una obra de culto. Sin embargo, ¿se imaginan a la sociedad americana de principios de los años treinta observando la escena del desenlace final de la película sin escandalizarse? Freaks sufrió la censura durante treintena de años en Estados Unidos y en países como Inglaterra no se vio hasta hace bien poco. Después de crear un mito del cine de terror, el bueno de Browning, uno de los mejores realizadores de su tiempo, fue relegado a la penumbra y poco más pudo hacer en el mundo del cine. Además, su película quedó mutilada viendo reducida en treinta minutos su duración total. Para asegurar el estreno hubo que introducir al inicio del film un pequeño prólogo en el que se explicaba la situación de estas personas que Browning denominó freaks.

A pesar de todo, Tod Browning consiguió hacer una de esas películas ambiguas que muy pocos consiguen hacer. Una película que parece presentar un simple contenido pero lanza la crítica más fiera y arrolladora posible a la sociedad de la época. Aunque aparentemente se maquilla como la típica película americana estructurada por el “chico busca a chica”, el trasfondo de los hechos acaecidos en Freaks es otro muy distinto. Tras el visionado del film el espectador siente haber asistido a un repertorio crítico sobre las vergüenzas del ser humano.

15 de febrero de 2010

Premios Goya 2010

En la ceremonia de los Premios Goya vimos anoche unas cuantas cosas destacables. Primero, que el pez gordo fue engullido por el no tan grande. La celda 211, siguiendo los pronósticos se hizo con los principales premios, de los que Ágora -la otra gran favorita- sólo consiguió el mejor guión original. Sin embargo, ambas consiguieron ser premiadas en la mitad de las candidaturas a las que iban nominadas.

En cuanto a la gala, su realización mejoró respecto a la de otros años. Algunos buenos tintes de humor de la mano de Buenafuente y de algún que otro invitado como Eduardo Blanco; la emotiva entrega del Goya Honorífico a Antonio Mercero en su domicilio; así como el discurso de Álex de la Iglesia como estandarte de la Academia o la reaparición de Almodóvar. Elementos que consiguieron marcar los tiempos de la gala y aportarle algún que otro destello muy de agradecer en lo que acostumbran a ser este tipo de eventos. Un Almodóvar que en busca de difundir la mayor sorpresa posible entre sus colegas asistentes a la sala y los telespectadores, fue registrado en un hotel con el nombre del protagonista de Con la muerte en los talones (Alfred Hitchcock, 1959), para redondear el ambiente cinéfilo.

Pero puestos a destacar no sólo lo bueno, un servidor discutiría el Goya a mejor película europea que obtuvo Slumdog Millionaire (Danny Boyle) de resolución un tanto convencional y dudosa teniendo en cuenta que se medía a dos obras de la talla de La clase (Laurent Cantet) y Déjame entrar (Tomas Alfredson). Del mismo modo, una buena actriz como Soledad Villamil bien merece ser reconocida con un premio, aunque en la sección de Actriz Revelación tal vez merecieran mayor reconocimiento actrices con menor recorrido hasta el momento, de tal forma que premio tal sirva como lanzadera profesional en un futuro. Esas deberían ser las características de ese tipo de premio.

Con todo, la noche del cine español sirvió para hacer balance de un buen año –siempre mejorable- para nuestro cine, en el que se ha producido con un incremento importante de la recaudación en taquilla y una producción de calidad destacable hablando en términos generales.

Palmarés:

Con 8 estatuillas, Celda 211, de Daniel Monzón;

Con 7, Ágora, de Alejandro Amenábar;

Con 2, El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella,

Yo también, de Naharro y Pastor;

Con 1, Gordos, de Sánchez Arévalo,

Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar,

Tres días con la familia, de Mar Coll.