15 de noviembre de 2009

Resonancias (XIV)




















Desirée (1954), de Henry Koster y La consagración del Emperador Napoleón I y coronación de la Emperatriz Josefina (1806), de Jacques-Louis David.

8 de noviembre de 2009

Resonancias (XIII)

Agustina de Aragón (1950), de Juan de Orduña.






























Los fusilamientos del tres de mayo (1813-14), Franciasco de Goya.

5 de noviembre de 2009

Resonancias (XII)

Desirée (1954), de Henry Koster













































Madame de Verniac (1799), de Jacques Louis David

8 de abril de 2009

Gran Torino (2008), Clint Eastwood

No lo dicen ni uno, ni dos, ni tres, es un hecho que Clint Eastwood es uno de los pocos “titanes” del cine que quedan en Hollywood, el último clásico –podríamos decir junto a Lumet-. A sus 79 años, su cine delante y detrás de las cámaras sigue siendo una maravilla, pero ojo, siempre no se puede mantener el listón tan alto. Tanto su anterior film, El intercambio (2008), como Gran Torino, son películas destacables, pero que podrían calificarse como obras menores dentro de su filmografía. Ambas películas responden a un tipo de cine estructuralmente muy definido y que huye de los adornos, en busca de una narración clara y lineal muy cercana a la realidad histórica y social que se describe. Siempre buscando el calado en la sensibilidad del espectador. Porque en los últimos tiempos, el cine de Eastwood ha sido un cine muy entrañable pero muy duro, causante de sensaciones tan tiernas como estremecedoras, siempre partiendo de una reflexión para con el entorno que rodea a sus historias.

Digamos que Gran Torino se mueve por estos caminos, pero recupera además al viejo conocido, al sargento Harry Callahan que lanzó a la fama a un actor no dejó en tantos años de interpretar a un tipo duro. De esta forma con su papel de Walt Kowalski, Eastwood hace un homenaje a ese tipo de personaje dentro de la historia del cine, pero también se hace un homenaje a sí mismo, a la interpretación de toda una carrera repleta de éxito. Es su forma de despedirse de su trabajo como intérprete para seguir son sus labores en los despachos y detrás de la cámara.

Un hecho interesantísimo este homenaje que por el contrario, llega a eclipsar otros elementos del film. Porque a pesar de que las dos horas de metraje pasan volando ante los ojos de un espectador entretenido, la película tiene altibajos. Esto es, que algunos aspectos de la psicología del personaje vienen dados de una forma un tanto superficial. Y es que durante la primera media hora de cinta, asistimos a una exhibición de palabrotas y situaciones que a pesar de su contenido intolerante y racista casi nos hacen reír, de tal forma que nos trasladamos mentalmente hacia aquel Tom Highway de El sargento de hierro (1986), personaje con el que comparte además el fracaso total en la vida personal. Sin embargo, de repente este personaje se desvanece, su evolución psicológica se produce de un modo demasiado rápido y casi imperceptible, aunque no deje de ser un tipo duro. Por otro lado, la situación de la trama de las bandas callejeras se torna en ocasiones un tanto forzada en pos del dramatismo de la narración, y los personajes –prácticamente todos-, caen en excesivos tópicos. Por ello y con todo, aparecen demasiados clichés y la trama se torna en ocasiones demasiado previsible.

No obstante, estos son algunos de los peligros -e incluso características- de los géneros, en los que se mueve este clásico del cine. Clint sigue siendo el coloso Clint, y su película por el resto se articula tan exactamente como un reloj, emociona y conmueve. Ojalá que toda la cartelera estuviera ocupada por películas como ésta, sin ser una de sus mejores películas.

Como apunte, para aquellos que no la hayan visto en España, busquen la versión original, porque el doblaje –a pesar de la larga tradición y calidad de nuestro doblaje- es a grandes rasgos absolutamente lamentable.

2 de abril de 2009

Vals con Bashir (2008), Ari Folman

Vals con Bashir, un film de animación seleccionado para la sección oficial del festival de Cannes 2008, causó una verdadera expectación el año pasado. Y es que este film que narra las vivencias de su propio director en la guerra del Líbano en 1982 contiene un buen número de elementos a resaltar.

En primer lugar, es una película documental de animación, algo que de por sí, produce cierta curiosidad e interés. Por otro lado, su temática es absolutamente actual y los hechos son contados por la gente que los vivió, tutelados -por el contrario a como suele ser en un documental- no por alguien exterior que indaga en el tema, sino por un superviviente del conflicto.

Pero, esta coproducción israelí, francesa y alemana, va mucho más allá y su eje temático no se articula partiendo de los hechos que acaecieron propiamente dichos, sino que partiendo de un sueño del protagonista, narra la búsqueda de lo vivido en lo más profundo de su mente. Por eso, el eje del film es la memoria. Algo muy de actualidad también en España y en muchos lugares del mundo. Los recuerdos que marcan de por vida a aquellos que los han vivido y que en muchas ocasiones construyen una coraza donde dejarlos aislados. Folman construyó esa coraza hasta que tuvo la necesidad imperiosa de romperla para reconocer los hechos reales. Como aquéllos que necesitan reconocer a los verdugos para poder enterrar por fin en paz a sus muertos.

Vals con Bashir arranca con fuerza y consigue medir correctamente por lo general sus dosis de pausa y reflexión, dejando al espectador que engulla como necesita, lo que está viendo. Porque aunque es cierto que en el tramo final del metraje se aprecia un ritmo un tanto más ralentizado, el conjunto no pierde su interés en ningún momento, reforzado en todo momento por una fantástica banda sonora.

Sorprende observar la crudeza que transmiten esos testimonios animados a imagen y semejanza de sus homólogos reales. El propio Folman declaró que no quería que la gente saliera del cine pensando que había visto tan solo una buena película de animación, sino que saliera pensando que lo que habían visto fue real y miles de personas fueron asesinadas. Tal vez sea por eso –y es de lo poco que se le pueda reprocharle- que introduce algunas imágenes de archivo sobre la masacre rompiendo la coherencia de la animación. Aunque sea verdad que con ello dota a la película de un dramatismo aún más elocuente. No se la pierdan.


19 de marzo de 2009

Resonancias (XI)




Zoo (1985), de Peter Greenaway y El arte de la pintura (1665-1667), de Vermeer.

17 de marzo de 2009

Resonancias (X)




























Napoleón (1927), de Abel Gance y La muerte de Marat (1793), de Jacques-Louis David.