30 de octubre de 2008

Luz Silenciosa, Carlos Reygadas

El tiempo fílmico imita al real. La cámara atraviesa el carril del travelling al tiempo en que la luz va eclipsando a la oscuridad, de forma silenciosa. Una manera de expresar que tras la más espesa oscuridad llega la luz, de forma suave, pausada, tal y como se acerca todo en esta vida, cuando llega el momento.

Éstos son algunos de sus fotogramas, que dan inicio a Luz silenciosa.





















5 de octubre de 2008

El rey de la montaña (2007), Gonzalo López Gallego

El momento del videojuego

El gran avance tecnológico del audiovisual de los últimos años no sólo está propiciando en cierta forma la muerte del celuloide, sino que está desarrollando nuevas fórmulas en otros medios audiovisuales. Ante el éxito creciente de algunos videojuegos, el cine intentó llevar a la gran pantalla a algunos de sus personajes creando, a raíz de su simplicidad, una trama adecuada a los requisitos del mercado norteamericano. Así vieron la luz unas cuantas producciones infumables de la talla de Street Fighter (1994, Souza), Double Dragon (1994, J. Yukich), Super Mario BROS (1993, Jankel/Morton), Mortal Kombat(1995, P. Anderson) o la saga Resident Evil, que enterraron el espíritu de una arriesgada y digna percusora, Tron (1982, Lisberger). Sin embargo en nuestros días, el videojuego –gracias a su gran evolución- puede ser más atractivo para el cine en el sentido de proponerse indagar en los lenguajes que utiliza. Algo que no debe resultarnos extraño si pensamos que hoy en día una superproducción hollywoodiense vende antes el videojuego que la película y los promociona al menos a partes iguales.
El rey de la montaña de Gonzalo López Gallego, es una película que busca acercarse a este lenguaje propio del videojuego –bajo mi punto de vista, y contrario al de algunos críticos- sin hacerlo de una forma repetitiva o recargada. Y es que es solamente en el final del metraje cuando la cámara adopta los enfoques y planos que son únicamente utilizados por el videojuego: la entrada y salida de cuadro, la cámara subjetiva, fuera de campo, etc. Hasta entonces, aparecen otros recursos que del mismo modo son propios de un videojuego: ritmo trepidante, visión a través de la mirilla de un arma, distinción de bandos, etc. Pero, ¿acaso no estamos acostumbrados a ver la imagen a través de una mirilla o un telescopio desde Méliès a Hitchkock o al ritmo trepidante de algunos films de persecuciones de coches o de zombis que cazan humanos a la carrera?
Por estos derroteros se encuentra el potencial de El rey de la montaña, que pese a mostrar algunas lagunas casi insalvables –que por otro lado, podríamos permitir teniendo en cuenta las licencias del género- mantiene al espectador en tensión continua durante todo el metraje. Algo para lo cual, los recursos de los que hemos hablado, vienen como anillo al dedo en un entorno de montaña recóndito que pese a su grandilocuencia envuelve a los protagonistas del film creando un clima verdaderamente asfixiante. Un entorno desde el cual emana una violencia gratuita, un ataque constante a unos protagonistas de los que a penas conocemos nada, al igual que hasta el último eslabón del film no conocemos la identidad de dichos atacantes.

Adolescencia desequilibrada

Elephant (2003), de Gus van Sant lanzaba una reflexión acerca del desequilibrio de algunos jóvenes o adolescentes de las sociedades más desarrolladas. El consumo gratuito de violencia, bien sea a nivel familiar (papá tiene una pistola debajo de la almohada y una escopeta en el armario), audiovisual (cine, televisión, móviles y videojuegos) o social (abusos escolares, altercados y delitos callejeros, etc) puede distorsionar la mente de un adolescente llegando a perturbarla tanto que éste crea tener uso lícito de esa misma violencia o estar dentro de una trama violenta más propiamente originaria de una película o un videojuego que de la obvia realidad. Y sin duda es esto último el eje crítico del film de López Gallego, donde queda claro que se busca ante todo angustiar al espectador con todo un repertorio de persecuciones trepidantes, crear un film espectacular y entretenido, pero donde existe demás este trasfondo. Si Van Sant retrataba un entorno aparentemente tranquilo, con unos jóvenes que parecen sacados de un catálogo, fruto de la estética juvenil de su momento; aparentemente frágiles y bellos; creando así un mayor contraste y efecto con la violencia que se nos va a mostrar, López Gallego les da los atributos de un adulto y les proporciona un juego al que juegan en un entorno que dominan y en el que son capaces de cometer las más terribles atrocidades para ser los vencedores.