25 de mayo de 2013

Así describía José Revueltas desde el encierro la magia del cine

La pirámide horizontal de luz opaca cuyo vértice se disparaba desde la caseta de proyección, atrás, a un lado y por encima de sus cabezas, era como la mirada de un cíclope cuyo único ojo, de rápidos párpados innumerables, aleteara en la oscuridad y la descompusiera en un haz de cambiantes bandas grises que sobre la pantalla se convertían en espacio, en movimiento, en formas y cuerpos trascendentales.
                                                                                                                                             José Revueltas
                                                                                                                     "Material de Sueños". Ed. Era

1 de febrero de 2013

Incendies (2010), Denis Villeneuve

Oriente próximo es uno de esos lugares del mundo donde parece que algunos tienen total impunidad para cometer las mayores atrocidades sin que las potencias que controlan el planeta para su beneficio hagan nada. Un pasado y un presente de conflictos bélicos que parecen no tener fin y que ha supuesto la muerte y el exilio de centenares de miles de personas. Contexto en el que emerge Incendies, adaptación de la obra teatral de Wadji Mouawad, como una necesidad de llevar a las pantallas del mundo occidental esta realidad que apenas se conoce sino a través de los noticiarios. Una realidad que a menudo se queda por demasiado poco tiempo en nuestras cabezas. 


Durante la Guerra del Líbano en los años 80, Nawal Marwan luchó por sus derechos y por los de su pueblo antes de exiliarse a Canadá. Tras su muerte (que es el arranque de la trama), deja como parte de su testamento dos cartas a sus dos hijos, una para que la entreguen a su padre, al que creían muerto; la otra dirigida un hermano cuya existencia desconocían. Es a raíz de entonces que ambos hermanos se dirigen a Líbano para conocer la verdadera historia de su madre y cumplir su deseo.

Por lo tanto, Denis Villeneuve opta por enfocar la cara más humana del conflicto. Focaliza la trama en la figura de su protagonista, interpretada notablemente por Lubna Azabal. Algo que ha colocado para cierto sector de la crítica a Incendies como un culebrón sensacionalista en el que una madre revela a sus hijos el secreto que nunca imaginaron, sin ahondar en la esencia del conflicto del Líbano. Sin embargo, sí consigue trascender en su humanidad, en la dureza de la vida de una mujer marcada por el horror de la guerra. Cuyos ecos e ideologías se reflejan de forma sutil, pero intensa, suficiente para entender en qué momento histórico nos encontramos y cuál es la problemática que nos atañe. Porque si algo consigue Incendies es que uno se quede con la sensación desgarradora de que lo que ha visto es una historia real. Ya no la historia de muchas mujeres del Líbano, sino de muchas mujeres que siguen sufriendo esos mismos abusos a diario en cualquier parte del mundo.

Galardonada en diversos festivales, podríamos decir que Incendies aporta cierta continuidad a una serie de películas en las que se reflexiona en torno a la Guerra del Líbano. En los últimos años, dos producciones israelís de extraordinaria originalidad han dado la vuelta al mundo haciendo autocrítica sobre este conflicto: Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) y Lebanon (Samuel Maoz, 2009). Mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro y León de Oro en la Mostra de Venecia respectivamente, suponen el relato autobiográfico de dos cineastas que combatieron en la guerra durante su juventud.

Sin importar cómo ni quién cuente la historia, es necesario seguir contándola desde un punto de vista objetivo. Dejar que los hechos hablen por sí mismos, tomar el testimonio de aquéllos que realmente han vivido el terror de la guerra y no de aquellos que la escriben desde lejos.