27 de febrero de 2008

No es país para viejos (2007), Joel y Ethan Coen

Javier Bardem fue recompensado meritoriamente la noche de los Oscar -también la película- por este magnífico trabajo. Lamentablemente en España, meca del doblaje, asistir a la proyección en sala de una película de tales dimensiones, doblada y en el caso de Bardem, con una voz prominente, pero que no es la suya, resulta ser casi un sacrilegio. A pesar de todo -y recomendando la versión original a los que domínenle inglés-, uno puede resignarse y salvar tales vicisitudes. La cita vale la pena, porque los hermanos Coen no defraudan.
La estructura del film y la forma en que evolucionan y se posicionan los personajes es fruto de una personal revisión del western. Desde el principio, el montaje va alternando a los dos “cowboys”. Desde que los presenta individualmente, manteniéndolos en paralelo hasta el momento de su confrontación. Sin embargo no este un duelo común. Los pistoleros no acaban el uno con el otro y tampoco resulta ser este hecho el colofón final del film. Es hasta este momento que el metraje mantiene un ritmo frenético, angustiante y violento, para entrar en un breve periodo de tregua donde poder plantear de una forma más cómoda la reflexión. Y aquí entra el verdadero sheriff de la historia, un ser obsoleto que no entiende un mundo para el que ya no tiene cabida. Personaje central inequívoco de la novela y también, por su posicionamiento en la parte final de de la película -aunque goce de menos minutos que los duelistas-. Un hombre que nada puede hacer para enfrentarse a aquello que acaece a su alrededor y que en cada ocasión en la que entra en escena enuncia, a modo de anécdotas, distintos casos de asesinatos y hechos atroces producidos en la sociedad estadounidense, algunos de ellos muy cercanos a él.
Una buena forma de hacer una dura crítica a los valores de una sociedad familiarizada con la violencia.

Bajo las estrellas (2007), Félix Viscarret

(ojo, abstenerse si no la habeis visto, podría fastidiaros la trama)

Si algo tiene la ópera prima de Viscarret es que parece romper –porque no rompe tantos- con muchos de los parangones habituales del cine español. Resulta interesante su visión grotesca del mundo rural, más decadente aún que la vida metropolitana, de la que acaba huyendo el protagonista. Algo que nos aproxima al cine independiente americano, en relación a la búsqueda forzada de algunos espacios que rompen con el entorno natural y que chocan a propósito con éste en el inicio del film. Del mismo modo que lo hacen algunos personajes como el bohemio decadente entrado en años y la niña rebelde.
En algunos momentos del film los planos se salten el raccord, y desde el primer momento la cámara suele mantenerse rotundamente inquieta, en movimiento inestable, fruto de esa búsqueda de realismo tan común en el cine de los últimos tiempos. Con lo que ese intento de evasión de los puritanismos casi se convierte en un encuentro con ellos. Aunque no por esto deja de resultar una forma de filmar atractiva.
Aún no dejando de ser original la historia que se cuenta, el film no consigue deshacerse de cierta narración previsible. Desde el principio, se aprecia que el triángulo de los tres personajes adultos es un triángulo edípico. Y en este caso no sólo se mata al padre, también se mata al hermano. Desde la primera conversación entre Benito y Nines -en la que se alude al sexo- y a su vez entre Benito y la pequeña Ainara -donde se afianza la complicidad entre ambos- se espera un desenlace final que una a los tres personajes.
Y es que entre Benito y Ainara se da una relación muy especial. En todo momento él se comporta como un niño y ella como una persona más madura de lo que debiera ser una niña. Él es el niño que no llora la muerte prematura de su padre y que únicamente piensa en distraerse y jugar con la niña. Ella, fuma, conduce un tractor y se muestra –forzada por la vida que ha llevado- más madura que los niños de su edad. Sólo en el desarrollo final de la trama se intercambian los roles. Él crece, abandona su trompeta, la chiquillería y los bares, asume responsabilidades. Ella vuelve a ser una niña, porque esta vez si siente haber ganado un padre.
La relación entre ambos resulta ser el hilo conductor que -fruto de una muy destacada interpretación de los actores, premiada con el Goya a Alberto Sanjuán- consigue que la película no pierda el rumbo. Algo que disimula algunas lagunas y algunos momentos mal resueltos, como la procedencia del problema de alcoholismo del hermano del protagonista -así como su antigua relación con él- o lo referido a la paliza y las escenas posteriores. Sin olvidarnos de la relación entre Lalo y Nines y el comportamiento de ambos, cuya psicología no acaba de estar clara.
Aunque con todo, Bajo las estrellas consigue momentos destacables de emotividad e incluso de relato en clave de cuento con lección moral. Un ir y venir de cosas tan atractivas como imprecisas que la hacen más entretenida que menos.

26 de febrero de 2008

Un poema musical: "Latcho Drom" (1992). El cine de Tony Gatlif: vivencias cíngaras (V)

El concepto de música como elemento que acompaña, caracteriza e identifica a un pueblo, es algo que en Latcho drom se revasa por completo. La música se convierte en la voz del mensaje que el cineasta nos quiere hacer llegar.
Esta película narra por primera vez en la historia del cine, la evolución histórica de la migración de los pueblos romá. Un testimonio de su exilio constante. Para ello la cámara –y con ella, el espectador-, realiza un viaje a través de India, Egipto, Turquía, Rumania, Hungría, Eslovaquia, Francia y España, repasando las distintas vertientes musicales e instrumentaciones de los pueblos cíngaros que hoy habitan en dichos países.
Se trata de exponer en el celuloide lo más puro que reside en el interior de estos pueblos: su canto, su danza y su música. A través de sus distintos cantos y apoyándose en una bellísima fotografía, Gatlif articula lo que él mismo denomina un himno gitano.
De este modo, el film carece en su totalidad de diálogos. Es la música de los gitanos, la que habla, la que narra su propia historia respaldada por el recorrido geográfico de la cámara. Por ello, el conjunto, supone una reflexión sobre las propiedades narrativas de la música.
No obstante, Gatlif no pierde su sentido crítico. El contenido de la música abarca todo tipo de temáticas. Comenzando con el amor cortés indio, desemboca en la crítica política de la mano de la canción rumana contra el régimen de Ceaucescu, la húngara que evoca los campos de Auschwitz y la flamenca que denuncia de la intolerancia que sufre el pueblo gitano.
El resultado es un film simple y muy bien organizado, donde no hay forma de dilucidar algún género cinematográfico. Al igual que en Sevillanas y Flamenco de Saura, en el film una interpretación musical precede a otra sin ningún tipo de explicación, simplemente de forma expositiva a modo de imagen documental. No obstante, es todo lo contrario, pues al fin y al cabo, los músicos lo único que hacen es actuar. Ha sido articulada una puesta en escena detallada para desarrollar la acción, y más todavía en el caso de Gatlif -que busca distintos espacios a lo largo de su viaje- que en el de Saura, que al fin y al cabo, utiliza en todo momento el mismo plató con pequeñas variantes.
Algo parecido experimenta -con distinto cometido- Llorenç Soler en Lola vende cá. En este caso, la preocupación no es musical, sino social. El discurso narrativo entrelaza ficción y documental, de tal manera que el espectador asiste a una especie de “rodaje de una historia real”. En él aparecen la protagonista verdadera, la actriz bajo el papel de dicha protagonista y por último la actriz como ella misma, exponiendo sus opiniones sin interpretar a su personaje. Una de las escenas del film nos sirve como definitoria de su totalidad: La pareja de protagonistas corren por la calle escapando del impedimento, por parte de sus padres, de consagrar su amor. Primeramente observamos el plano desde cámara subjetiva que lanza el cuadro desde la casa de la que acaban de salir. Acto seguido la cámara pasa a ser subjetiva bajo el punto de vista de los amantes. Finalmente, un plano general nos muestra a éstos corriendo mientras son filmados por el cámara.
Por lo tanto, desembocan aquí diversos puntos de vista, de tal modo que no sólo el espectador toma cartas en el asunto, sino también el propio cine. Al igual que en Latcho drom, se mezclan ficción y realidad documental, con la diferencia que Soler los alterna y Gatlif los fusiona.
Es por ello, que la crítica llegó a denominar al film del realizador argelino como el más verdadero de ese año, en que se llevó el Un certain regard de Cannes.

22 de febrero de 2008

Resonancias (V)

Alatriste (2006), Agustín Díaz-Yanes

Retrato de Quevedo (1631-35),
Diego Velázquez

18 de febrero de 2008

Resonancias (IV)

El loco del pelo rojo (1956), de Vicente Minelli

14 de febrero de 2008

Incombustible Manoel de Oliveira

Pensando en grandes cineastas que trabajaron hasta edades desorbitadas, tanto como su salud les permitió, los ejemplos nos saldrían a pares. El cineasta, como el cinéfilo vive y se desvive hasta el último suspiro por una única cosa: el cine. Grandes cineastas, para grandes películas póstumas. Bergman rodó Saraband con 75, Buñuel Ese oscuro objeto de deseo con 77, Kurosawa llegó a Madadayo con 83 y Resnais está rodando Les Herbes folles entrando en el club de los nonagenarios, y Oliveira, cerca de alcanzar el centenar, en los últimos 10 años, ha dirigido 11 películas. Es un caso aparte.
A sus 99 años, el director portugués sigue dirigiendo cine no sólo con buen criterio, sino a un ritmo pasmoso. Tras su recientemente estrenado en España homenaje a Buñuel, Belle Tojours, se apura en presentar Cristóvao Colombo-O enigma. Y ya tiene en mente dos nuevos proyectos, la adaptación de un cuento del escritor portugués Eça de Queirós y un film colectivo.
Manoel de Oliveira, una de las cimas del cine europeo.

11 de febrero de 2008

Resonancias (III)

Alatriste (2006), de Agustín Díaz Yanes

La rendición de Breda, de Diego Velázquez, 1635

10 de febrero de 2008

La vida en un bucle

Cuando Billy Wilder rodó El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950) en realidad estaba rodando la realidad de Hollywood. Estaba retratando la decadencia de las estrellas del cine mudo, cuyas facultades, incapaces de adaptarse a las exigencias del sonoro habían quedado obsoletas. Su rostro ya arrugado, había pasado de moda.
Una cruda realidad, la de Hollywood. “Rejuvenecerse” o morir. La protagonista del film de Wilder necesitaba rejuvenecerse para tener alguna posibilidad de éxito. Sin embargo y tristemente, por poner un ejemplo hoy Stallone sabe que con mantener su físico, tiene el éxito asegurado. Pero esto a veces también juega malas pasadas, porque la dermoestética hay cosas que no puede ocultar. Generación tras generación, una facción del Star System hollywodiense apura sus bazas. Solo es necesario comprobar el lifting de James Woods para la teleserie Shark, la cara deforme de Micky Rourke o de Stallone en sus últimas entregas de Rocky y Rambo, o al Harrison Ford que vamos a ver dando saltos con su látigo y la silla de ruedas. Por no entrar claro, en otros casos del hollywood profundo y del telefilme a media tarde.
Con el paso de los años, el rostro de Hollywood no ha cambiado tanto. Al fin y al cabo, ahí siguen los estereotipos, “rejuvenecerse” o morir. El Star System tiene sus exigencias. Siempre la misma historia que contar. Distintas versiones contadas hasta la saciedad por un mismo rostro, hasta que éste explote.
Menos mal que quedan rostros viejos y arrugados, experimentados y expresivos. Con cuerpos flácidos y mentes reflexivas, sin ganas de pelea y mucho que decir.

Resonancias (II)

Santa Teresa (2006), de Ray Loriga



Cristo yacente (1490), de Andrea Mantegna

Resonancias (I)


La joven de la perla (1665-66) de Vermeer y La joven de la perla (2005) de Peter Weber.


Al igual que la pintura ha buscado representar algunos de los cometidos del cine, como la fragmentación del plano o -y sobre todo- el movimiento, el cine, se hace servir -y mucho- de la pintura. Aunque las verdaderas relaciones entre cine y pintura son subterráneas, no podemos olvidar que entre ambas disciplinas existen lugares comunes en cuanto a ciertos modos de composición del cuadro, de perspectiva, de dominantes cromáticos, etc. En definitiva en lo que a sus modos de representación se refiere. En algunos casos, el cineasta recurre a la pintura imitándola a modo de tableau vivant. Los elementos ficticios de un cuadro son reproducidos por el cineasta con unas figuras y unos objetos o paisajes, reales, de tal manera que la obra pictórica parece tomar vida. Entonces, el cineasta filma, plasma su mirada, dotando a esos personajes de la misma mágia que los dotó la pintura. Esa es la verdadera fuerza de una imagen, que perdura a través de los siglos de una disciplina a otra.

4 de febrero de 2008

Premios Goya 2008 (2ª parte)

El triunfo del cine

En efecto, …y los idealistas rieron anoche. Uno podría decir que, cuando hace las quinielas apuesta por los/as nominados/as que le gustaría que ganasen, considerando que son merecedores/as. Se diría que no era una quiniela con demasiado futuro, pero contra todo pronóstico, La soledad ha conseguido el pleno. La Academia, tradicionalmente conservadora, ha hecho este año una apuesta por la investigación de nuevos lenguajes cinematográficos y la frescura de un cine arriesgado y renovador. Anoche La soledad se llevaba las tres estatuillas correspondientes a sus tres nominaciones. Mejor actor de reparto, Mejor director y Mejor película no es moco de pavo. Algo muy importante si pensamos que se le ha dado impulso a un tipo de cine -refiriéndonos a una de las dos tendencias de las que hablábamos en el otro artículo de los Goya- poco reputado en nuestro país. Después de anoche es evidente que ésta película mejorará –y mucho- sus números. Pero no sólo eso, se ha dado otro pequeño pasito en la educación para ver cine. Cuanto más se promuevan este tipo de películas, más se acostumbrarán los espectadores a realizar su lectura.

2 de febrero de 2008

Los crímenes de Oxford (2007), Álex de la Iglesia


Matemática impersonal


Si su primer tonteo fuera de España -Perdita Durango- fue considerado por muchos un tanto exageradamente como una inflexión en su carrera, con mayor razón se le criticará por su segunda “salida” -Los crímenes de Oxford-.

Contrariamente a lo que viene siendo de una filmografía con grandes títulos de uno de nuestros mejores directores de la generación de los 90, Álex de la Iglesia evita dotar al film de su sello de autor. Tal vez porque sus últimas películas acusaban cierta tendencia a la copia y repetición de su propio estilo, lo cuál no tiene por qué ser malo –miren a Woody Allen-. Pero es bueno hasta cierto punto, pues resulta muy difícil mantener el listón alto.
Aunque en Los crímenes de Oxford continúan apareciendo algunos detalles camuflados, deudores de su cine en estado puro, tan sólo son pequeñas referencias que se agradecen. Porque en esta película de la que resulta difícil reconocer a su autor hay dos problemas fundamentales. El primero y básico, las lagunas que conforman el guión adaptado, una historia plagada de elementos poco creíbles. El segundo, que entre los protagonistas, por mucha sensualidad de la que se quiera dotar a algunas de sus escenas, no existe química alguna. Una lástima que consiguiendo un cambio de registro, el resultado sea demasiado frío e impersonal.

Premios Goya 2008

Digamos que nuestro anclado cine resulta definirse cada vez de forma más clara entre dos tendencias distintas. La primera no lejos del costumbrismo televisivo y algún afán de gran producción, se mueve en los medios y las salas. La segunda, fresca, creativa, nueva; corre fuera del circuito comercial, acaparando sin embargo nuestra representación en los festivales, reconocimiento que no encuentra en sala siendo desconocida por el gran público e incluso público medio español. Que abarquen tal reconocimiento en el extranjero las obras de Guerín, Portavella, Aguilera, Rebollo, Rosales, Aguilar o Serra entre otros y se desconozcan en nuestro país, resulta cuanto menos inconcebible. Y esto, queda claro por -ejemplo- cuando nuestra Academia realiza sus pertinentes nominaciones y premios cada año.
¿Qué sorpresas nos deparará pues este año la gala de los Goya? Ojalá que vayan más allá de las deparadas en la pasada edición, donde lo más inesperado y que más dio que hablar fue la gala de Corbacho.
El orfanato y Las 13 rosas son las favoritas y casi a buen seguro serán las triunfadoras –más en el caso de la primera, confiando que no sea así en el de la segunda- tras acaparar 14 nominaciones cada una. El orfanato, gran decepción tras no ser nominada en los Oscar teniendo en cuenta que es una producción realizada al uso, no deja de ofrecer algunos elementos destacables. Sin embargo, su formato convencional, previsible –aún teniendo en cuenta sus características de género- la configuran como una cinta básicamente orientada al entretenimiento de las masas. Los otros, en éste aspecto, consiguió mayores triunfos. Menos –claro- que la siguiente película de su director, Mar adentro, acaparadora de 14 Goyas. Que un telefilme cuya única suerte fue apoyarse en los mejores intérpretes de nuestro país –empezando evidentemente por el gran Javier Bardem- fuera capaz de conseguir tal empresa, puede hacernos pensar en lo peor al pensar en Las 13 rosas. Aunque algunos idealistas, con nuestra siempre presente ingenuidad, confiemos que no sea así. Ojalá que una apuesta tan fresca como La soledad recoja sus frutos. Mañana veremos.