No es país para viejos (2007), Joel y Ethan Coen
Javier Bardem fue recompensado meritoriamente la noche de los Oscar -también la película- por este magnífico trabajo. Lamentablemente en España, meca del doblaje, asistir a la proyección en sala de una película de tales dimensiones, doblada y en el caso de Bardem, con una voz prominente, pero que no es la suya, resulta ser casi un sacrilegio. A pesar de todo -y recomendando la versión original a los que domínenle inglés-, uno puede resignarse y salvar tales vicisitudes. La cita vale la pena, porque los hermanos Coen no defraudan.
La estructura del film y la forma en que evolucionan y se posicionan los personajes es fruto de una personal revisión del western. Desde el principio, el montaje va alternando a los dos “cowboys”. Desde que los presenta individualmente, manteniéndolos en paralelo hasta el momento de su confrontación. Sin embargo no este un duelo común. Los pistoleros no acaban el uno con el otro y tampoco resulta ser este hecho el colofón final del film. Es hasta este momento que el metraje mantiene un ritmo frenético, angustiante y violento, para entrar en un breve periodo de tregua donde poder plantear de una forma más cómoda la reflexión. Y aquí entra el verdadero sheriff de la historia, un ser obsoleto que no entiende un mundo para el que ya no tiene cabida. Personaje central inequívoco de la novela y también, por su posicionamiento en la parte final de de la película -aunque goce de menos minutos que los duelistas-. Un hombre que nada puede hacer para enfrentarse a aquello que acaece a su alrededor y que en cada ocasión en la que entra en escena enuncia, a modo de anécdotas, distintos casos de asesinatos y hechos atroces producidos en la sociedad estadounidense, algunos de ellos muy cercanos a él.
Una buena forma de hacer una dura crítica a los valores de una sociedad familiarizada con la violencia.
La estructura del film y la forma en que evolucionan y se posicionan los personajes es fruto de una personal revisión del western. Desde el principio, el montaje va alternando a los dos “cowboys”. Desde que los presenta individualmente, manteniéndolos en paralelo hasta el momento de su confrontación. Sin embargo no este un duelo común. Los pistoleros no acaban el uno con el otro y tampoco resulta ser este hecho el colofón final del film. Es hasta este momento que el metraje mantiene un ritmo frenético, angustiante y violento, para entrar en un breve periodo de tregua donde poder plantear de una forma más cómoda la reflexión. Y aquí entra el verdadero sheriff de la historia, un ser obsoleto que no entiende un mundo para el que ya no tiene cabida. Personaje central inequívoco de la novela y también, por su posicionamiento en la parte final de de la película -aunque goce de menos minutos que los duelistas-. Un hombre que nada puede hacer para enfrentarse a aquello que acaece a su alrededor y que en cada ocasión en la que entra en escena enuncia, a modo de anécdotas, distintos casos de asesinatos y hechos atroces producidos en la sociedad estadounidense, algunos de ellos muy cercanos a él.
Una buena forma de hacer una dura crítica a los valores de una sociedad familiarizada con la violencia.
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