10 de febrero de 2008

La vida en un bucle

Cuando Billy Wilder rodó El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950) en realidad estaba rodando la realidad de Hollywood. Estaba retratando la decadencia de las estrellas del cine mudo, cuyas facultades, incapaces de adaptarse a las exigencias del sonoro habían quedado obsoletas. Su rostro ya arrugado, había pasado de moda.
Una cruda realidad, la de Hollywood. “Rejuvenecerse” o morir. La protagonista del film de Wilder necesitaba rejuvenecerse para tener alguna posibilidad de éxito. Sin embargo y tristemente, por poner un ejemplo hoy Stallone sabe que con mantener su físico, tiene el éxito asegurado. Pero esto a veces también juega malas pasadas, porque la dermoestética hay cosas que no puede ocultar. Generación tras generación, una facción del Star System hollywodiense apura sus bazas. Solo es necesario comprobar el lifting de James Woods para la teleserie Shark, la cara deforme de Micky Rourke o de Stallone en sus últimas entregas de Rocky y Rambo, o al Harrison Ford que vamos a ver dando saltos con su látigo y la silla de ruedas. Por no entrar claro, en otros casos del hollywood profundo y del telefilme a media tarde.
Con el paso de los años, el rostro de Hollywood no ha cambiado tanto. Al fin y al cabo, ahí siguen los estereotipos, “rejuvenecerse” o morir. El Star System tiene sus exigencias. Siempre la misma historia que contar. Distintas versiones contadas hasta la saciedad por un mismo rostro, hasta que éste explote.
Menos mal que quedan rostros viejos y arrugados, experimentados y expresivos. Con cuerpos flácidos y mentes reflexivas, sin ganas de pelea y mucho que decir.

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