Bajo las estrellas (2007), Félix Viscarret
(ojo, abstenerse si no la habeis visto, podría fastidiaros la trama)
Si algo tiene la ópera prima de Viscarret es que parece romper –porque no rompe tantos- con muchos de los parangones habituales del cine español. Resulta interesante su visión grotesca del mundo rural, más decadente aún que la vida metropolitana, de la que acaba huyendo el protagonista. Algo que nos aproxima al cine independiente americano, en relación a la búsqueda forzada de algunos espacios que rompen con el entorno natural y que chocan a propósito con éste en el inicio del film. Del mismo modo que lo hacen algunos personajes como el bohemio decadente entrado en años y la niña rebelde.
En algunos momentos del film los planos se salten el raccord, y desde el primer momento la cámara suele mantenerse rotundamente inquieta, en movimiento inestable, fruto de esa búsqueda de realismo tan común en el cine de los últimos tiempos. Con lo que ese intento de evasión de los puritanismos casi se convierte en un encuentro con ellos. Aunque no por esto deja de resultar una forma de filmar atractiva.
Aún no dejando de ser original la historia que se cuenta, el film no consigue deshacerse de cierta narración previsible. Desde el principio, se aprecia que el triángulo de los tres personajes adultos es un triángulo edípico. Y en este caso no sólo se mata al padre, también se mata al hermano. Desde la primera conversación entre Benito y Nines -en la que se alude al sexo- y a su vez entre Benito y la pequeña Ainara -donde se afianza la complicidad entre ambos- se espera un desenlace final que una a los tres personajes.
Y es que entre Benito y Ainara se da una relación muy especial. En todo momento él se comporta como un niño y ella como una persona más madura de lo que debiera ser una niña. Él es el niño que no llora la muerte prematura de su padre y que únicamente piensa en distraerse y jugar con la niña. Ella, fuma, conduce un tractor y se muestra –forzada por la vida que ha llevado- más madura que los niños de su edad. Sólo en el desarrollo final de la trama se intercambian los roles. Él crece, abandona su trompeta, la chiquillería y los bares, asume responsabilidades. Ella vuelve a ser una niña, porque esta vez si siente haber ganado un padre.
La relación entre ambos resulta ser el hilo conductor que -fruto de una muy destacada interpretación de los actores, premiada con el Goya a Alberto Sanjuán- consigue que la película no pierda el rumbo. Algo que disimula algunas lagunas y algunos momentos mal resueltos, como la procedencia del problema de alcoholismo del hermano del protagonista -así como su antigua relación con él- o lo referido a la paliza y las escenas posteriores. Sin olvidarnos de la relación entre Lalo y Nines y el comportamiento de ambos, cuya psicología no acaba de estar clara.
Aunque con todo, Bajo las estrellas consigue momentos destacables de emotividad e incluso de relato en clave de cuento con lección moral. Un ir y venir de cosas tan atractivas como imprecisas que la hacen más entretenida que menos.
En algunos momentos del film los planos se salten el raccord, y desde el primer momento la cámara suele mantenerse rotundamente inquieta, en movimiento inestable, fruto de esa búsqueda de realismo tan común en el cine de los últimos tiempos. Con lo que ese intento de evasión de los puritanismos casi se convierte en un encuentro con ellos. Aunque no por esto deja de resultar una forma de filmar atractiva.
Aún no dejando de ser original la historia que se cuenta, el film no consigue deshacerse de cierta narración previsible. Desde el principio, se aprecia que el triángulo de los tres personajes adultos es un triángulo edípico. Y en este caso no sólo se mata al padre, también se mata al hermano. Desde la primera conversación entre Benito y Nines -en la que se alude al sexo- y a su vez entre Benito y la pequeña Ainara -donde se afianza la complicidad entre ambos- se espera un desenlace final que una a los tres personajes.
Y es que entre Benito y Ainara se da una relación muy especial. En todo momento él se comporta como un niño y ella como una persona más madura de lo que debiera ser una niña. Él es el niño que no llora la muerte prematura de su padre y que únicamente piensa en distraerse y jugar con la niña. Ella, fuma, conduce un tractor y se muestra –forzada por la vida que ha llevado- más madura que los niños de su edad. Sólo en el desarrollo final de la trama se intercambian los roles. Él crece, abandona su trompeta, la chiquillería y los bares, asume responsabilidades. Ella vuelve a ser una niña, porque esta vez si siente haber ganado un padre.
La relación entre ambos resulta ser el hilo conductor que -fruto de una muy destacada interpretación de los actores, premiada con el Goya a Alberto Sanjuán- consigue que la película no pierda el rumbo. Algo que disimula algunas lagunas y algunos momentos mal resueltos, como la procedencia del problema de alcoholismo del hermano del protagonista -así como su antigua relación con él- o lo referido a la paliza y las escenas posteriores. Sin olvidarnos de la relación entre Lalo y Nines y el comportamiento de ambos, cuya psicología no acaba de estar clara.
Aunque con todo, Bajo las estrellas consigue momentos destacables de emotividad e incluso de relato en clave de cuento con lección moral. Un ir y venir de cosas tan atractivas como imprecisas que la hacen más entretenida que menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario