El dictador (2012), Larry Charles
El tándem Larry Charles y Sacha Baron Cohen ha dado
mucho de qué hablar en los últimos años. Partiendo de su más que polémica Borat, que causó crispación en ciertos
círculos de la Academia estadounidense, han realizado tres producciones en las
que el británico Baron Cohen es protagonista y coguionista. Y su personalidad
salta a la vista en cada una de ellas, como lo hizo en su notable
interpretación en La invención de Hugo (Martin
Scorsese, 2011).
Ambos han creado un estilo característico e
incendiario, no sin tomar alguna que otra referencia de otros cineastas. En
este caso, la mueca se hace visible desde el propio título de la película, a El gran dictador, una de las obras
maestras del único e inigualable
Charles Chaplin. Larry Charles y Baron Cohen van más allá y toman además en
herencia el elemento del “doble” (por el desdoblamiento del personaje del
dictador en ambas películas), la sátira creativa e incisiva e incluso algunos
fragmentos de diálogo que pasadas las décadas podrían perfectamente adecuarse
de una a otra película.
Quizás el planteamiento de El dictador sea menos inteligente y profundo que el de Chaplin, pero
da rienda suelta a todo un repertorio de gags y situaciones de total desparrame
y locura. Momentos en los que no se salva nadie, porque hay mamporros para
todos. Como en Borat, se echa mano de
las diferencias culturales entre el pueblo norteamericano y lo que le es ajeno,
para cuestionar sus costumbres e ideologías. Así Sacha Cohen encarna a un
dictador musulmán de un país del norte de África que viaja a Estados Unidos y
es víctima de una conspiración que tiene como cometido la instauración de la
democracia en su país. De esta forma consigue comparar cínicamente unas y otras
culturas y algunas de las acciones que acometen. Tanto que en cada escena se busca
el alboroto y una carcajada mayor, utilizando como arma principal la
provocación.
Esta vez no existe ese formado difícil de encasillar,
de ficción en clave documental que vimos en Borat.
Se trata de un relato convencional donde hay espacio para la historia de amor,
la evolución psicológica típica del personaje y un planteamiento de
estructuración clásico en tres partes. Eso sí, hay espacio de sobra para la
risa y la crítica.
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