Hysteria (2011), Tanya Wexler
Resulta increíble que
hasta 1952 se diagnosticara la histeria como una “enfermedad” que afectaba a
las mujeres. Sus síntomas, cosas tan naturales como la desconformidad, los
cambios de humor, los pensamientos impuros o el apetito sexual. Algo únicamente
solucionado por un doctor que en la Inglaterra victoriana de finales del s. XIX,
en plena epidemia de histeria, encontró la cura: el vibrador.
La realizadora Tanya
Wexler recurre a este curioso momento histórico para, tomando elementos de la
historia real, crear una ficción en clave de comedia. Hysteria narra la aventura de este incansable doctor, célebre por
tratar a las mujeres histéricas basándose en el “paroxismo uterino”. Sin ir más
lejos, apaciguando los pensamientos “sombríos” del sexo opuesto utilizando sus
propias manos.
Ante la incesante
demanda que provocó su método revolucionario, el cansancio físico le y la
pericia de su amigo inventor, le hicieron vislumbrar la idea de crear el primer
patrón de vibrador eléctrico.
Sin embargo, temática a
parte Hysteria entra en los cánones la
típica comedia romántica. Se trata de un triángulo amoroso en el que participan
dos mujeres, una de ellas clásica y contenida, la otra, incendiaria. Desde la
primera escena en que aparece ésta última, se sabe a quién elegirá el apuesto
caballero. Por lo que la trama se intuye de principio a fin, lo cual
afortunadamente no impide que la película tenga ritmo y unas dosis de humor
contagiosas.
Lo más destacable de Hysteria es que Wexler pone sobre la mesa
muchos temas que por desgracia hoy siguen siendo tabú para algunos. Habla de la
posición de la mujer en la Inglaterra del s. XIX y de la lucha por sus
derechos. De la lucha de clases, de la modernidad o de la libertad de elección.
Y podría parecer que no termine de tomarse en serio todo lo que plantea, pero
lo cierto es que en la película desmonta a su manera la autoridad del hombre
por completo. Mediante una comedia ligera, consigue la dosis exacta de crítica
y burla hacia los planteamientos machistas que azotaron esa época y cuyos
efectos por desgracia, todavía hoy siguen presentes en cierta medida.
Sin ir más lejos, Estados
Unidos, ha catalogado Hysteria como no
recomendada para menores de 18 años. Sin embargo, una película como Los juegos del hambre, donde un grupo de
adolescentes se entrena para matarse entre sí, se gana el calificativo de no
recomendada para menores de 13. O sea, que hasta cierta edad no puedes expresar
tu sexualidad libremente, pero quizá si cargarte al vecino.
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