16 de enero de 2010

Buda explotó por vergüenza (2007), Hana Makhmalbaf


Decía cierto director y escritor hace unos años en cierta columna de un periódico, que en los últimos tiempos el cine del próximo oriente e incluso del cine asiático, había llegado a los festivales de cine occidentales acaparando grandes reconocimientos y premios, la mayoría de las veces de forma injustificada, simplemente por su exotismo y moda. Algo perfectamente discutible, ya que después de ver la filmografía de autores como Abbas Kiarostami o algunas de las obras de la familia Makhmalbaf uno se reencuentra con el buen cine.

Buda Explotó por vergüenza sorprende y lo hace principalmente empujada por tres frentes. Inicialmente por el talento prematuro de su directora -que rodó la película con sólo 19 años- y de la niña protagonista, impecablemente dirigida por la directora iraní durante toda la película. Una película que carece de todo efectismo y complejidad. En la creación de su austerísima banda sonora y la ausencia de actores profesionales se refleja una precariedad de medios con los que sin embargo se consigue una buena obra cinematográfica. Además en ella, sorprende del mismo modo el tratamiento y originalidad del guión que curiosamente fue realizado por la madre de Hana, Marzieh.

No resulta extraño esto último en esta familia de cineastas iraníes que son los Makhmalbaf. Mohsen, el patriarca, ha fundado una productora y hasta una escuela de cine. Creador de películas como Kandahar (2001), Un momento de inocencia (1996) o Gabbeh (1995), reconocido y galardonado en todo el mundo, su cine ha servido para instruir e incluso hacer participar en él a sus hijos y su mujer. No en vano sus dos hijas, Hana y Samira –la mayor- ya han ganado premios en algunos los festivales más prestigiosos de occidente.

En esa forma tan especial de representar desde la aparente inocencia de los niños la crueldad del mundo de los adultos en que se basa Buda explotó por vergüenza, encontramos un rasgo o incluso una temática o forma de narrar historias que se repite numerosas veces en el cine de sello iraní. No olvidemos que Irán es un país que pese a sus circunstancias posee un potente elenco cinematográfico referido al cine de autor que subsiste en parte gracias al apoyo de capital extranjero. Abbas Kiarostami, Bahman Ghobadi, Barbet Schroeder –aunque se formó y ha realizado su cine en Francia y Estados Unidos-, Majid Majidi o la propia familia Makhmalbaf, son el ejemplo.

Todos ellos utilizan en muchas ocasiones a la infancia como protagonista de sus historias. Así sucede con los niños que recogen minas antipersona en Las tortugas también vuelan (B. Ghobadi, 2003); con los hermanos de Niños del cielo (Majid Majidi,1998); las hermanas desdichadas de La manzana y el niño minusválido llevado a cuestas por otro niño de Un caballo dedos piernas (ambas de Samira Makhmalbaf, 1998 y 2008); el niño ciego de El silencio (Mohsen Makhmalbaf, 1998); el pequeño obsesionado con el fútbol de El viajero o el niño que quiere entregar a su compañero su cuaderno en ¿Dónde está la casa de mi amigo? (ambas de Abbas Kiarostami, 1974 y 1989).

Todas ellas, obras que no tienen desperdicio.

1 comentario:

irene dijo...

se te ha olvidado decir que la película es, además de buena, sobrecogedora y consigue transmitir al espectador una sensación de tensión sufrimiento contínuo (dan ganas de atravesar la pantalla y sacar a la niña de allí, corriendo!)