4 de noviembre de 2010

El Museo en el cine


En Viaggio en Italia (1954) Ingrid Bergman paseaba por el Museo Arqueológico de Nápoles observando estatuas clásicas. Rossellini deslizaba su cámara entre las esculturas creando un ambiente alegórico, tan contradictoriamente tierno como agresivo en los ojos de una Bergman que parecía reconocerse en una estatua de Venus y turbarse ante las figuras de personajes que se habían dejado llevar por sus bajas pasiones. Asistiendo así a una especie de revelación, de visión tan escéptica como desoladora de su vida.
Más tarde, Nobuhiro Suwa nos regalaba con Un couple parfait (2005), y a modo de personal homenaje al film de Rossellini, a una Valeria Bruni-Tedeschi observando las estatuas del Museo Rodín de París. Intentando, al igual que Ingrid Bergman, encontrar un hálito de consuelo o esperanza en el arte, aunque la experiencia la acabara llevando a las lágrimas.
Se trata de dos momentos en la historia del cine donde el museo aparece como un lugar redentor, un recodo donde buscarse a sí mismo entre las obras de arte.
Sin embargo también podemos encontrar el museo visto a través del celuloide de forma menos reflexiva o metafórica. Así lo es en películas que por otra parte transcurren de forma íntegra en un "cubo blanco", como las que componen la saga de Noche en el museo (Shawn Levy, 2006 y 2009), o en otras donde transcurren escenas de acción o intriga. Tom Tykwer recreaba en The international (2009) un tiroteo de lo más espectacular en las dependencias del modernísimo Museo Guggenheim de Nueva York; mientras que Ron Howard situaba en los pasillos del Louvre un misterioso asesinato en El código Da Vinci (2006).
El museo como elemento que acompaña a la trama o como contenedor que porta un elemento crucial para ésta. Así se observa en algunos films donde una obra de arte se convierte en el eje central de la trama, como en La hora de los valientes (A. Mercero, 1998), El robo más grande jamás contado (Daniel Monzón, 2002), Bean (Mel Smith, 1997) o en la enunciada anteriormente El código Da Vinci.
Pero el cine es mucho más que una trama, una ficción o una documentación de hechos. El cine también es, entre otras cosas, ensayo o poesía. Chris Marker y Alain Resnais nos ofrecían una mirada directa hacia las colecciones de diversos museos sin mostrar sus edificios. Les statues meurent aussi (1953) refleja un hondo y reflexivo ensayo sobre los males del colonialismo francés, el racismo y el efecto corrosivo de la mano occidental sobre el arte del continente africano, que utiliza como telón de fondo las imágenes de estatuas cedidas por el British Museum, el Musée Du Congo Belge y el Musée de l’Homme.
Por último, otro tipo de cine de museos ha abierto una ventana hacia una nueva forma de filmar esta entidad cultural con posibles fines promocionales. Contrariamente a cómo suelen ser las características de los documentales o CD ROM que comercializan los museos sobre sí mismos, encontramos nuevos lenguajes que podrían servir para reinventar un discurso que consiga acercarse en mayor medida al visitante. El documentalista francés Nicolas Philibert descubre en La Ville Louvre (1990) los entresijos del funcionamiento del gran Museo del Louvre. Sin perder un cierto rigor estético a la hora de mostrar imágenes de las obras de arte, muestra al espectador el día a día en un centro de tales dimensiones, algo imposible de descubrir sobre terreno como mero visitante.
Por su parte, en El arca rusa (2002) Aleksandr Sokurov pasea su cámara por todos y cada uno de los rincones del Palacio de Invierno de San Petersburgo mostrando cada detalle del Museo del Hermitage. Aunque lo hace de un modo muy distinto al utilizado por Philibert, puesto que parte de una ficción, no de un documental-. Del mismo modo resulta destacablemente innovador por su estilo. Mediante un único plano secuencia que compone la totalidad del film, Sokurov resume los últimos 300 años de historia de Rusia bajo su propia mirada y la de un diplomático francés del s. XVIII con el que recorre cada una de las dependencias del museo.






1 comentario:

David dijo...

Me gusta disfrutar de museos y cuando voy de viaje aprovecho para hacer estas excursiones. Si logro obtener vuelos promocionales trato de gastar el dinero en distintas visitas