1 de mayo de 2010

Shutter Island (2010), Martin Scorsese

En Shutter Island aparece desde el principio la idea de frontera, de la separación entre dos mundos, entre la amnesia y la memoria, la realidad y la ficción, incluso entre el mundo de los vivos y de los muertos.

Como en El Resplandor –y más adelante en Funny Games-, Shutter Island se inicia con la presentación de un lugar de paso hacia otro, donde los personajes atraviesan un puente que puede resultar infranqueable de nuevo, un viaje sin retorno. Kubrick introducía a sus personajes en un coche que atravesaba escarpadas montañas a través de una serpenteante carretera solitaria mientras la banda sonora emanaba misterio. Por su parte, Scorsese se las arregla para transmitir dicha inquietud a través de una primera secuencia iniciada por un barco en medio de la bruma, con un protagonista algo desconfiado, mermado, víctima de las náuseas provocadas por el trayecto. De nuevo, la banda sonora nos atrapa, nos sumerge en ese mundo repleto de misterios que va revelarse a lo largo del metraje. Siendo anunciado, aparece el lugar de destino. Al fin la isla se divisa y es entonces cuando nuestra mente se reencuentra con La isla de los muertos que pintó el simbolista Böcklin, con la llegada de Caronte junto a su remero, que nos remite a la del protagonista del film con su ayudante.
En esa isla de naturaleza hostil, incomunicada y azotada por continuas tormentas –tan aislada como el hotel Overlock de El Resplandor por la nevada- donde entre las tinieblas de los laberintos de celdas, pasean seres cuyos atributos se asemejan más a seres fantasmales que a enfermos mentales, dando la impresión que Scorsese nos ha hecho abandonar el mundo de los vivos para entrar en el de los muertos. Así podría describirse el viaje del protagonista, que transcurre en todo momento en una atmósfera asfixiante, desgarradora, que el director estadounidense consigue plasmar sin ningún tipo de tapujos. Así, con influencia hitchcockniana y algún que otro homenaje al cine de género que maneja con soltura, Scorsese consigue de nuevo lo que mejor sabe hacer, llevar al espectador hacia el terreno que más le conviene.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de leer la entrada tengo ganas de verla.
Revisando la imagen de la Isla de los muertos de Arnold Böklin me viene a la cabeza la escena de Connan el Destructor, en la que el propio Connan toma una barca para llegar a una onírica Isla emergente de la bruma. En el castillo le espera el terrible hechicero para la conocida "lucha de los espejos" y un lado oscuro del que solo regresará si tiene éxito.
SALUT!!

yorgos dijo...

Si, la verdad es que la isla de la película, pero sobre todo la de Böcklin, se asemeja en algo a la que aparece en Conan el Destructor. Esa atmósfera oscura y misteriosa, que en el caso de Conan, destaca la imagen arquetípica del castillo donde habita el enemigo, un ser malvado de otro mundo.
El viaje de Conan a la isla en busca de la princesa recuerda al de Orfeo en busca de Eurídice. Orfeo entró en el Hades engatusando a Caronte con su música, y cruzando con la barca hacia la isla de los muertos,pero cuando estaba saliendo con su amada, la miró en el último momento y ésta desapareció.
Conan es un machote y consigue sacar a la muchacha.
Muy acertado tu comentario, gracias!
Saludos

Anónimo dijo...

Estimado blogger, visité tu blog y está excelente, me encantaría enlazarte en mis sitios webs. Y por mi parte te pediría un enlace hacia mi web y asi beneficiar ambos blogs con mas visitas.

Espero tu Respuesta.

Un cordial saludo

anarosamgv@gmail.com