Los pasos dobles (2011), Isaki Lacuesta
Además, Los pasos dobles se completa con un documental, cuyo título, Pasodoble, hace referencia a la performance que realizaron Barceló y el coreógrafo Josef Nadj en Mali. Aunque se trata de un documental con trazos de autor (como todo lo que hace Lacuesta), su lenguaje es mucho más convencional que el de Los pasos dobles, cuyo éxito en el Festival de San Sebastián de este año ha sido muy cuestionado. A pesar de las críticas que ha recibido el realizador catalán tras hacerse con la Concha de Oro, lo cierto es que su trabajo se encuentra en la vanguardia del cine español actual, no sólo por su innovación, sino por su calidad.
En Los pasos dobles observamos una dualidad existente en la mayor parte de la filmografía de Lacuesta. Tanto en Cravan vs Cravan (2002) como en La leyenda del tiempo (2006) los protagonistas comparten un camino común con el personaje legendario al que admiran y pretenden acercarse. De esta forma las figuras de unos y otros acaban yuxtaponiéndose y dialogando, casi fusionándose. Lo mismo sucede en Los pasos dobles entre Miquel Barceló y François Augiéras.
Lacuesta da vida al escritor y pintor francés en la figura de un hombre no europeo, autóctono de las tierras en las que se supone se encuentra el búnker. De esta manera, el director de Los condenados (2009), emplea una de las cualidades de aquello legendario que pervive en la memoria de los pueblos, que puede reencarnarse de distintas formas en función del quién lo cuenta, en función de quién lo sienta propio. Y para contar esta historia, este personaje anónimo vivirá los acontecimientos que Augiéras vivió en la vida real, tomando incluso su nombre.
Y es que Lacuesta no sólo se refiere a las leyendas africanas, al arraigo de lo mítico y del ritual en su cultura. El realizador catalán hace un collage añadiendo además nuestros mitos occidentales, que al fin y al cabo han dejado una marca infranqueable en los pueblos africanos a raíz de la colonización. De ahí que no le importe crear una escena con bandoleros africanos en moto, con sombrero y pañuelo sobre sus rostros, asaltando carretas y coches como si fueran vaqueros asaltando una diligencia, proponiendo acertijos a aquéllos que piden se les ceda el paso. De ahí la genial banda sonora que acompaña el film y refuerza su espíritu aventurero, con melodía e instrumentalización propia del más puro “spaguetti western”, género del que por otra parte, Augiéras se confesó admirador.
En definitiva, Los pasos dobles apuesta por un cine de factura limpia y carácter renovador y abierto. Un cine fuera de la ficción o el documental convencional sobre África, el cual conlleva a menudo un carácter de denuncia. Aunque la película deja muchas ramas abiertas, también se desmarca de la visión antropológica a lo Jean Rouch. Porque Lacuesta crea su propio estilo. Al fin y al cabo, como en el resto de su filmografía, su cometido es abrirnos no solo un camino hacia sus personajes y leyendas, sino también hacia nosotros mismos.
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