9 de diciembre de 2011

Un método peligroso (2011), David Cronenberg

Un método peligroso es una película sin artificios, muy bien narrada y con un elenco actoral muy sólido. El personaje principal del film, Sabina Spielrein (Keira Knightley), articula toda la película. Tratada primero por el doctor Carl Jung (Michael Fassbender) y posteriormente por el doctor Sigmund Freud (Viggo Mortensen), el film nos muestra las relaciones entre estos tres personajes históricos, a través del desarrollo de su enfermedad. La Europa precedente a la Primera Guerra Mundial aparece retratada como telón de fondo.

No es extraño que David Cronenberg haya realizado una película sobre las relaciones entre los padres del psicoanálisis. En su filmografía encontramos un interés por los rincones oscuros y las pulsiones incontrolables que esconde la mente humana. Su cine se acerca inevitablemente a lo “siniestro”, lo cual nos remite sin duda al cuento de E.T.A. Hoffmann El hombre de arena y como no, al propio Sigmund Freud.

Con Un método peligroso Cronenberg cierra un ciclo psicoanalizando la mente humana, acercándose esta vez a los precursores del psicoanálisis. En Spider (2002) traza un viaje hacia la mente de un enfermo mental que intenta reconstruir su pasado, mientras que en Crash (1996) muestra las pulsiones ocultas de un grupo de personas que se excita con los accidentes de automóviles, reflexionando además sobre el término kantiano de lo “sublime”. Aunque probablemente sea Inseparables (1998), la más cercana a Un método peligroso. En ambas cintas aparecen los ecos de Buñuel y su Belle de jour (1967) en la búsqueda de la humillación como fuente de excitación que experimenta la protagonista. Además, Inseparables también se estructura en torno a una mujer y su relación con dos doctores, en este caso dos gemelos ginecólogos interpretados por un siempre notable Jeremy Irons.

Según Freud lo “siniestro” es aquello que permanece en el interior de cada uno desde hace mucho tiempo. Algo desagradable sucedido, un impulso oscuro contenido, una angustia que contrae algún tipo de trauma que el propio psicoanálisis puede lograr sacar a luz. Y todo ello suena, y mucho, no solo a Cronenberg sino también a David Lynch.

Un método peligroso, deja entrever otra evidencia, la evolución definitiva de su realizador hacia caminos más depurados. Algo que se ha visto plasmado sobre todo en la última década. Y se agradece, porque ésta es una película limpia, sin giros ni virtuosismos, pero de factura impecable. Por eso algunos ya cruzamos los dedos para que siga adelante el proyecto de la segunda parte de su magistral Promesas del este (2007).

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