18 de mayo de 2012

La maldición de Rookford (2011), Nick Murphy


Mucho ha llovido desde que millones de espectadores “en ocasiones vieran muertos” al asistir al estreno de El sexto sentido. Muchos de ellos tuvieron que taparse los oídos para no escuchar en los medios de comunicación o en las calles, aquella frase catastrófica que anunciaba la clave de la película: “al final es él el que estaba muerto”.
En los últimos años ha aflorado un tipo de terror psicológico basado en lo paranormal que ha tomado de alguna forma el relevo de la película que lanzó al estrellato a M. Night Shyamalan. La maldición de Rookford es una de las últimas en llegar a nuestras pantallas. El problema es que después de tantos títulos, los giros de guión de estas películas acaban siendo previsibles y cualquier flaqueza puede convertirse en una debacle.
No es el caso sin embargo, de La maldición de Rookford, que a pesar de tener grandes lagunas es una película que entretiene y que aún así se mantiene por encima del nivel de muchas de sus homólogas. Muy en la línea de El orfanato (Bayona, 2007), El espinazo del diablo (G. del Toro, 2001) y sobre todo de Los otros (Amenábar, 2001), La maldición de Rookford narra la historia de una mujer que se dedica a desenmascarar a parapsicólogos timadores que venden su falsa comunicación con fantasmas. Esos omnipresentes fantasmas de la Primera Guerra Mundial, surgidos a causa de millones de muertos, de mutilados y de mentes destrozadas psicológicamente. Por ello la protagonista acude a la llamada de un orfanato para intentar demostrar que los acontecimientos paranormales que amenazan a los ocupantes del lugar, son en realidad un montaje.
La película plantea esta trama en el inicio de una forma atractiva e incluso ágil. Se mueve en un entorno delicado, característico y definitorio de una época convulsa. Pero a medida que avanza, el guión muestra sus flaquezas y esa huella de la Primera Guerra Mundial que podría haber sido lo más maduro y más jugoso del metraje, acaba por no saberse explotar. Queda prácticamente reducida a la aparición de un personaje secundario que inquieta pero no convence y que funciona como un mero añadido que no aporta nada, en tal caso, algún exceso. Y esto es porque la ópera prima de Nick Murphy acaba pecando de algún giro demasiado ambicioso.
No obstante, los amantes del género, no se alarmen. La maldición de Rookford no aporta nada nuevo, pero entretiene. Aunque sólo consiga transmitir a medias la esencia de una época en la historia de la humanidad, en verdad fantasmagórica.

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