La maldición de Rookford (2011), Nick Murphy
Mucho ha llovido desde
que millones de espectadores “en ocasiones vieran muertos” al asistir al
estreno de El sexto sentido. Muchos
de ellos tuvieron que taparse los oídos para no escuchar en los medios de
comunicación o en las calles, aquella frase catastrófica que anunciaba la clave
de la película: “al final es él el que estaba muerto”.
En los últimos años ha
aflorado un tipo de terror psicológico basado en lo paranormal que ha tomado de
alguna forma el relevo de la película que lanzó al estrellato a M. Night
Shyamalan. La maldición de Rookford
es una de las últimas en llegar a nuestras pantallas. El problema es que
después de tantos títulos, los giros de guión de estas películas acaban siendo
previsibles y cualquier flaqueza puede convertirse en una debacle.
No es el caso sin
embargo, de La maldición de Rookford,
que a pesar de tener grandes lagunas es una película que entretiene y que aún
así se mantiene por encima del nivel de muchas de sus homólogas. Muy en la línea
de El orfanato (Bayona, 2007), El espinazo del diablo (G. del Toro,
2001) y sobre todo de Los otros (Amenábar,
2001), La maldición de Rookford narra
la historia de una mujer que se dedica a desenmascarar a parapsicólogos
timadores que venden su falsa comunicación con fantasmas. Esos omnipresentes fantasmas
de la Primera Guerra Mundial, surgidos a causa de millones de muertos, de
mutilados y de mentes destrozadas psicológicamente. Por ello la protagonista
acude a la llamada de un orfanato para intentar demostrar que los acontecimientos
paranormales que amenazan a los ocupantes del lugar, son en realidad un montaje.
La película plantea
esta trama en el inicio de una forma atractiva e incluso ágil. Se mueve en un
entorno delicado, característico y definitorio de una época convulsa. Pero a
medida que avanza, el guión muestra sus flaquezas y esa huella de la Primera
Guerra Mundial que podría haber sido lo más maduro y más jugoso del metraje, acaba
por no saberse explotar. Queda prácticamente reducida a la aparición de un
personaje secundario que inquieta pero no convence y que funciona como un mero
añadido que no aporta nada, en tal caso, algún exceso. Y esto es porque la
ópera prima de Nick Murphy acaba pecando de algún giro demasiado ambicioso.
No obstante, los amantes del género, no se alarmen. La maldición de Rookford no aporta nada
nuevo, pero entretiene. Aunque sólo consiga transmitir a medias la esencia de
una época en la historia de la humanidad, en verdad fantasmagórica.
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