“Lo imposible” y otras posibilidades
La última película del
laureado director de El orfanato
(2009) ha conseguido el récord de taquilla en España durante su primer fin de semana en cartel. Con un
presupuesto de 30 millones de euros de financiación española, en sus tres
primeros días de exhibición Lo imposible
ha obtenido la friolera de 8.976.000 euros de beneficio, con casi 70.000
espectadores más que Torrente 4 (2011).
En las últimas semanas tanto Juan Antonio Bayona, como su equipo y los protagonistas
reales de la historia, han estado en todos los medios de comunicación del país,
contribuyendo a realizar una buena campaña publicitaria que sin duda ha
recogido sus frutos. Pero tal vez sea más importante si cabe, el hecho de que
los protagonistas de una historia que sucedió a miles de kilómetros de España,
en medio del tsunami que azotó el sudeste asiático en 2004, sean españoles. Una
historia cercana que contó en su día en la radio la mujer que la vivió en
primera persona y que maravilló al equipo de producción de Lo imposible, que con el cometido de conseguir mayor financiación se
afanó en encontrar unos intérpretes de relevancia mundial como Ewan Mcgregor y
Naomi Watts.
No es de extrañar pues,
que la historia haya repercutido tanto y su desenlace sea conocido por todos.
Una familia que queda separada por la catástrofe natural, que sin embargo y
contra todo pronóstico se topa con un final feliz. Lo cual desde el punto de
vista cinematográfico puede suponer de entrada una dificultad a superar a la
hora de atrapar al espectador. Pocos como el maestro Alfred Hitchkock tenían
por costumbre desvelarnos de antemano lo que iba a ocurrir en el desenlace de
sus películas. Lo curioso es que igualmente nos mantenía hasta el final con el
nervio a flor de piel. Un gran reto que Bayona, buscando la lágrima fácil, no
logra conseguir con garantías.
Claramente dividida en
dos partes, Lo imposible muestra en
su primer asalto el virtuosismo y la destreza de su director. La llegada del
tsunami queda reflejada con un hiperrealismo y espectacularidad abrumadores. La
conjunción de los planos, la violencia del sonido, la calidad de los efectos
especiales… Hasta ahí todo tremendo, devastador, inabarcable. Sin embargo la
película avanza y aparecen las carencias. Bayona juega de forma cansina con la
banda sonora que destaca hasta el mínimo momento dramático. La trama va
perdiendo interés y en ocasiones entre tanta lágrima se acerca muy peligrosamente
al telefilm. Algo en lo que había caído en otra ocasión otro de nuestros más
virtuosos e internacionales cineastas en su televisiva Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004).
En una línea totalmente opuesta a Lo
imposible camina Radu Muntean en su película Martes, después de Navidad (2010), que proyecta el TEA este fin de semana. Una de las películas a
tener en cuenta del nuevo (y bueno) cine rumano. Tan lejana de la
espectacularidad y del cine de masas, como cercana a la forma sobria de narrar
historias de Cristi Puiu (La muerte del
Sr. Lazarescu, 2005) o Cristian Mungiu
(4 meses, 3 semanas y 2 días,
2007). Si Bayona es hiperrealista en
la espectacularidad de la recreación de los hechos, Muntean es sobrio y
austero. La realidad, en la película del cineasta rumano se respira en cada
escena, en cada gesto de sus protagonistas. Evita el plano contra-plano en los
diálogos y niega el detalle. Coloca la cámara fija y deja que el plano se
alargue tanto como exija el diálogo hasta conseguir reproducir la escena de la
manera más creíble posible.
Como Lo imposible, Martes, después de Navidad habla de una pérdida y un rencuentro, el del
amor. Esta vez del amor dormido de un hombre hacia su esposa, con la que tiene una
hija, y el amor apasionado que por el contrario vive con su amante. En el
fondo, de cómo se viven una mentira y los sentimientos encontrados que provoca.
Este fin de semana pueden conocer uno de los escasos éxitos taquilleros
del cine español o disfrutar de la producente nueva ola de cine rumano. Sea
como sea, disfruten del cine.
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