16 de marzo de 2012

Intocable (2011), Eric Toledano y Olivier Nakache

Que una película consiga en su país de origen 19 millones de espectadores y una gran repercusión mundial puede tener sin embargo un significado muy ambiguo. De un lado, ya quisieran todos (sin ir más lejos, en España) alcanzar cuotas de pantalla la mitad de elevadas que las alcanzadas por Intocable. Por otro, las cifras de taquilla no necesariamente están relacionadas con la calidad del cine. Una película entretenida para algunos, no necesariamente tiene que ser una buena película.
Se ha comparado Intocable con Paseando a Miss Daisy, El discurso del rey, Armas de mujer e incluso con Pretty woman. Y no sólo desde la crítica, sino desde el propio tráiler promocional de la película. Lo cual deja claro de antemano el tipo de film que vamos a ver. Su propia trama, basada en hechos reales, nos lo anticipa.
Un millonario francés parapléjico contrata como su asistente principal a la persona en principio más inesperada: un joven de origen senegalés, procedente de un ambiente de criminalidad, de lenguaje burdo, aunque de carácter más travieso que provocador. Después de un primer contacto, surge una fuerte amistad que los conducirá a vivir una serie de experiencias de suma importancia para ambos. Una relación amistosa que debe todo su éxito a la química entre los intérpretes. El consolidado actor francés François Cluzet en el papel del ricachón, y el poco conocido Omar Sy en el papel del inmigrante. El único capaz de arrebatarle (y lo hizo) la estatuilla al mejor actor a Jean Dujardin en los premios de la Academia francesa.
La película reúne todos los elementos para atraer a las masas, puesto que sabe utilizar las herramientas necesarias. Dos personajes antagónicos que acaban siendo inseparables; la presentación de un drama suave, dosificado con pequeñas pero constantes dosis de humor; un toque de travesura en la trama y actos de rebeldía políticamente correctos, que no llegan a pasarse de la raya; una repetición constante de situaciones que provoquen la lágrima fácil; la imagen real de los protagonistas en la historia verdadera, que se nos muestra en los títulos de crédito, para que se nos ponga todavía más la piel de gallina. Todo juega a favor de un producto prefabricado y puramente comercial. Pero siendo un poco exigentes, todo eso no son más que falacias. No son más que un conjunto de recursos que tienen como consecuencia la falta de profundidad, la superficialidad y la impersonalidad de la cinta. Una historia contada como un cuento edulcorado de tópicos y de la maravillosa música, eso sí, del maestro Ludovico Einaudi. Una película que maravillará a muchos y dejará totalmente indiferente a las miradas más exigentes.

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