Los idus de marzo (2011), George Clooney
Aunque se le conoce principalmente por su faceta de actor, no es la primera vez que George Cooney muestra sus dotes en la dirección y la escritura fílmica. Un buen ejemplo es la notable y también política Buenas noches y buena suerte, con la que ya optó al Oscar a la mejor dirección, guión y película.
Asumiendo el papel secundario del gobernador demócrata (que por las imágenes de campaña, emula a su idolatrado Obama), Clooney escoge como protagonista de Los idus de marzo a uno de los actores más laureados del año, Ryan Gosling. Después de Drive (Winding Refn) y Crazy, stupid love (Ficarra y Requa), Gosling interpreta con buena nota a un joven e inteligente asesor de campaña. El joven avispado y solvente capaz de plantar cara al poderoso en la película; el nuevo galán y chico duro, que tanto interpreta dramas como comedias en la vida real. Un nuevo rostro de juventud que renueve los papeles que hace unos años solían interpretar Jonnhy Deep, Brad Pitt o el propio Clooney. La más viva muestra del cambio generacional en el elenco actoral hollywoodiense.
El apogeo en los últimos años de las series de televisión de calidad ha conseguido que cuando hablemos de ciertos tipos de cine, podamos tomar tantas referencias de ellas como de otras películas. Y en el caso de Los idus de marzo, en el que nos encontramos ante una ardua trama política, es imposible no acordarse de El ala oeste de la Casa blanca o la fabulosa tercera temporada de The wire. De hecho, es un poco de todo esto de lo que habla Cooney. De la política como espectáculo, de la política como artefacto televisivo y mediático. Algo que consigue plasmar con sobriedad y estilo a través de una serie de planos de carácter muy televisivo y la presencia continuada de los medios de comunicación en la puesta en escena y en el entramado de la película.
A pesar de conseguir una atmósfera despótica y de incertidumbre política, Los idus de marzo encuentra ciertos problemas en los acontecimientos que desencadenan la trama, que se llevan en ocasiones demasiado al límite. Tanto que llegan a acercarse peligrosamente a la frontera de lo creíble. Sin embargo, otros recursos consiguen que el espectador a penas se plantee tales desmanes, y ahí es donde entra la buena mano en la dirección de George Clooney.
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