11 de agosto de 2012

Prometheus (2012), Ridley Scott


Allá por 1979, un crecido Ridley Scott que venía de ser premiado en Cannes por Los duelistas (1977) conseguía el reconocimiento mundial definitivo con su segunda película: Alien, el octavo pasajero. Una película imprescindible que, como su siguiente y genial film, Blade Runner (1982), marcó un antes y un después en el cine de ciencia ficción. Por ello, no es de extrañar que tras cuarenta años de carrera, Scott vuelva a firmar una película tan pretenciosa, como lo es Prometheus. Un producto seguro para los grandes estudios, que aferrados al negocio de las secuelas y precuelas han encontrado en ella una mina, ya que además está rodada en 3D. Una película destinada a ser uno de los éxitos del verano y de la que ya está en marcha una segunda parte.
Prometheus es la nave en la que viaja un grupo de científicos dispuestos a revelar el mayor enigma de la humanidad, el eterno quiénes somos y de dónde venimos. En la Tierra son descubiertas unas pinturas rupestres cuyos motivos coinciden con los de otras pinturas realizadas por diversas culturas ancestrales. Un motivo que los científicos descifran como una invitación extraterrestre. El desencadenante de que se envíe una expedición hacia un planeta lejano en busca del “creador” que desvele el origen de la humanidad. Por ello, aunque en principio la película es una especie de antesala de Alien, quizás la trama se acerque más a los problemas existenciales que ponía sobre la mesa Stanley Kubrick en 2001, una odisea en el espacio (1968), Solaris (1972) de Andrei Tarkovski. Sin embargo, Ridley Scott es fiel a su estilo y su película destila más acción y efectismos.
Porque Prometheus contiene la clave del éxito del mainstream de ciencia ficción.  Entretiene, sorprende visualmente y genera algunas situaciones desconcertantes planteando preguntas sin respuesta. Pero carece de la fuerza y originalidad del primer Scott. Fuera de su alcance visual y su elaborada puesta en escena, su guion es más bien flojo y su mensaje acaba siendo algo conservador, sobre todo en su atropellada parte final. Recurre demasiado a situaciones que ya nos son familiares, tomadas de otras películas de la saga Alien. Algunos personajes quedan mal presentados o poco referenciados, como es el caso del nimio personaje caracterizado por Charlize Theron, aunque las interpretaciones se mantengan a flote. En ese aspecto destaca nuevamente un Michael Fassbender metido a la perfección en la piel de un androide que acaba demostrando mayores inquietudes existenciales que los propios humanos.

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