Detachment (2012), Tony Kaye
Henry Bathes es un
profesor sin plaza que dedica su vida a vagar de instituto en instituto, sin
poder profundizar en su metodología de trabajo. Sin embargo, es una persona
dotada de una facilidad especial para congeniar con los alumnos más
conflictivos de una muy mermada educación pública. Con un abuelo enfermo como
única familia, se encariña de una niña que se prostituye en la calle y decide
ayudarla.
Detachment
no es la película sobre un profesor guay que consigue cambiar a un grupo de
alumnos rebeldes que no iban a ser nada en la vida. Se trata de una película
que intenta meterse realmente en el meollo de la cuestión y lanzar una
reflexión crítica, aunque algo sobre cargada. Utiliza un discurso dinámico y visualmente muy atractivo que la acerca
al cine independiente norteamericano desde inicio. Cámara al hombro, cambios de
narrador, imágenes de video amateur, cambios a blanco y negro, pequeñas escenas
de animación en stop motion, etc.
A modo de diario
filmado, Bathes (interpretado de forma excelente por Adrien Brody) comienza a
narrar su experiencia docente y otros asuntos de su vida personal. La cita de
Albert Camus “Y nunca me he sentido tan profundamente en un único y mismo
momento tan separado de mí mismo y tan presente en el mundo”, a modo de cierre
de un breve prólogo, dice mucho del estado psicológico que atraviesan él y el
resto de los personajes del film.
Detachment
es una película dura, que no se anda con tapujos. Expone todo un repertorio de
desgracias y momentos desagradables, creando un todo que acaba siendo demasiado
barroco. En las películas del género suele aparecer la figura de un profesor de
gran calidad humana y un don especial para redirigir a sus alumnos. Tony Kaye
corre el riesgo de sumarle a su protagonista una vida personal agoniosa marcada
por las drogas, el suicidio, el abandono de un padre, la situación de
dependencia de un abuelo y un largo etc. Vamos, un dramón total que no han
necesitado grandes películas como La
clase, Hoy empieza todo o Profesor Lazhar, por muy dramática que
sea la situación que viven sus docentes protagonistas. Al fin y al cabo Kaye
utiliza el recurso como reclamo, para cazar al espectador y abandonarlo en una
trágica tela de araña. La reflexión sobre el sistema educativo y la situación
de sus docentes está ahí, pero aun manteniéndose fuera de las convenciones,
acaba siendo un tanto superficial en algunos aspectos. Detrás de las películas
de Cantet, Tavernier y Falardeau las situaciones se vuelven más tangibles. Sin
necesidad de avasallar al espectador con los giros dramáticos, saben gestionarlos
en sus dosis perfectas dejando espacio para una reflexión que no tiene por qué
darse tan masticada. Porque en sus películas nos topamos con personas que nunca
se rinden, incombustibles profesionales de la educación que entregan la vida en
su trabajo y que aparecen representados en definitiva, como un retrato fiable
de la realidad educativa que atravesamos.
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