Skyfall (2012), Sam Mendes
Skyfall,
tercera entrega del James Bond interpretado por Daniel Craig, es ante todo una
película conmemorativa. Siguiendo coherentemente la línea de las dos últimas entregas,
hace continuos guiños a la historia cinematográfica de este seductor agente
secreto que ha ocupado la gran pantalla durante 50 años.
Con tanto vivido, el
Agente 007 también ha tenido que adaptarse a los tiempos que corren. Después de
que la serie interpretada por Pierce Brosnan siguiera llevando el universo pop
del personaje hasta el límite, esta nueva etapa comenzada a partir de 2006 con Casino Royale, ha cambiado el registro.
Había que readaptarse a los efectos del 11S y crear a un agente más creíble y
duro, con unos enemigos que representaran verdaderamente los temores del s. XXI.
Y Daniel Craig ha respondido bien ante el reto.
Resulta lógico que en
su afán de cambio, el James Bond de los últimos años guarde cierta relación con
su homólogo competidor Jason Bourne. Pero además hay otro paralelismo claro, el
Batman de Christopher Nolan. Tanto en
Casino Royale como en Batman begins, la historia narra el
origen del personaje, los inicios de su
andadura. Ambos protagonistas son una especie de machotes de carácter
romántico, marcados existencialmente por la pérdida de un gran amor. Lo cual se
demuestra por ejemplo en la violencia y frialdad tal del Bond de Quantum of solace, que llega a preocupar
a sus propios superiores del servicio de inteligencia. Lo mismo le sucede al
Caballero oscuro en una ciudad de Gotham que cuestiona la ética de sus actos. Mucha
acción y sentimientos encontrados que desembocan en una tercera entrega en la que
el protagonista se encuentra mermado y casi irreconocible. James Bond y un
Bruce Wayne heridos de gravedad, han perdido su convicción. Se sienten viejos y
desubicados. El Agente 007 -como Batman- debe sumergirse entonces en los
adentros de su conciencia y volver a sus orígenes para encontrarse a sí mismo.
Es la única forma de salvar las adversidades. Hay un villano muy poderoso al
que vencer, pero sin embargo, primero ha de vencer a sus propios fantasmas.
Este contexto es por lo
tanto un lugar en el que un cineasta de inquietudes psicoanalíticas como Sam Mendes,
se encuentra como pez en el agua. Y lo bueno para el éxito comercial de la
película es que a pesar de eso en ningún momento abandona la espectacularidad.
Filma con la mayor destreza las escenas de acción. Empezando por la impecable
persecución que abre la película y que sirve de antesala para la presentación
de un nuevo y llamativo villano, llamado Silva.
Si en Casino Royale el rival de Bond estaba
todavía un tanto chapado a la antigua y en Quantum
of solace sólo llegaba a apuntar maneras, en esta ocasión Bardem lo mejora.
Lo dota de una dimensión más sádica y desconcertante, muy en la línea de Joker.
Es más, destapa entre Bond y él el complejo de Edipo. Ex agente secreto,
también huérfano y de misma edad y cualidades que 007, siente la necesidad de
destruir a la directora del MI6, (interpretada con la misma solvencia de
siempre por Judie Dench), cuya figura siente en el fondo como la de una madre. Algo
a lo que por supuesto se opondrá Bond, en el papel del “hijo” bueno que tratará
de salvarla. Y dicho esto, sólo puede quedar uno.
Skyfall
sigue representando como Casino Royal
y Quantum of solace, la
reivindicación del personaje literario de Ian Fleming frente al personaje que
ha ido tomando forma en el cine. Pero aunque se reinvente, la eterna franquicia
007 nunca pierde la referencia a su pasado cinematográfico. Eso sí, en esta entrega
número 23 de la saga, Craig sigue defendiendo notablemente su papel y Sam
Mendes consigue dar otra vuelta de
tuerca al asunto. Se da un homenaje y como no, al final de la fiesta, anuncia
que aún queda Bond para rato.
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