9 de noviembre de 2012

Skyfall (2012), Sam Mendes

Skyfall, tercera entrega del James Bond interpretado por Daniel Craig, es ante todo una película conmemorativa. Siguiendo coherentemente la línea de las dos últimas entregas, hace continuos guiños a la historia cinematográfica de este seductor agente secreto que ha ocupado la gran pantalla durante 50 años.


Con tanto vivido, el Agente 007 también ha tenido que adaptarse a los tiempos que corren. Después de que la serie interpretada por Pierce Brosnan siguiera llevando el universo pop del personaje hasta el límite, esta nueva etapa comenzada a partir de 2006 con Casino Royale, ha cambiado el registro. Había que readaptarse a los efectos del 11S y crear a un agente más creíble y duro, con unos enemigos que representaran verdaderamente los temores del s. XXI. Y Daniel Craig ha respondido bien ante el reto.

Resulta lógico que en su afán de cambio, el James Bond de los últimos años guarde cierta relación con su homólogo competidor Jason Bourne. Pero además hay otro paralelismo claro, el Batman de Christopher Nolan. Tanto en Casino Royale como en Batman begins, la historia narra el origen del personaje,  los inicios de su andadura. Ambos protagonistas son una especie de machotes de carácter romántico, marcados existencialmente por la pérdida de un gran amor. Lo cual se demuestra por ejemplo en la violencia y frialdad tal del Bond de Quantum of solace, que llega a preocupar a sus propios superiores del servicio de inteligencia. Lo mismo le sucede al Caballero oscuro en una ciudad de Gotham que cuestiona la ética de sus actos. Mucha acción y sentimientos encontrados que desembocan en una tercera entrega en la que el protagonista se encuentra mermado y casi irreconocible. James Bond y un Bruce Wayne heridos de gravedad, han perdido su convicción. Se sienten viejos y desubicados. El Agente 007 -como Batman- debe sumergirse entonces en los adentros de su conciencia y volver a sus orígenes para encontrarse a sí mismo. Es la única forma de salvar las adversidades. Hay un villano muy poderoso al que vencer, pero sin embargo, primero ha de vencer a sus propios fantasmas. 

Este contexto es por lo tanto un lugar en el que un cineasta de inquietudes psicoanalíticas como Sam Mendes, se encuentra como pez en el agua. Y lo bueno para el éxito comercial de la película es que a pesar de eso en ningún momento abandona la espectacularidad. Filma con la mayor destreza las escenas de acción. Empezando por la impecable persecución que abre la película y que sirve de antesala para la presentación de un nuevo y llamativo villano, llamado Silva. 

Si en Casino Royale el rival de Bond estaba todavía un tanto chapado a la antigua y en Quantum of solace sólo llegaba a apuntar maneras, en esta ocasión Bardem lo mejora. Lo dota de una dimensión más sádica y desconcertante, muy en la línea de Joker. Es más, destapa entre Bond y él el complejo de Edipo. Ex agente secreto, también huérfano y de misma edad y cualidades que 007, siente la necesidad de destruir a la directora del MI6, (interpretada con la misma solvencia de siempre por Judie Dench), cuya figura siente en el fondo como la de una madre. Algo a lo que por supuesto se opondrá Bond, en el papel del “hijo” bueno que tratará de salvarla. Y dicho esto, sólo puede quedar uno.

Skyfall sigue representando como Casino Royal y Quantum of solace, la reivindicación del personaje literario de Ian Fleming frente al personaje que ha ido tomando forma en el cine. Pero aunque se reinvente, la eterna franquicia 007 nunca pierde la referencia a su pasado cinematográfico. Eso sí, en esta entrega número 23 de la saga, Craig sigue defendiendo notablemente su papel y Sam Mendes consigue dar otra vuelta de tuerca al asunto. Se da un homenaje y como no, al final de la fiesta, anuncia que aún queda Bond para rato.

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