Persona (1966), Ingmar Bergman
Hoy tengo la sensación de que con “Persona”-al igual que más tarde con “Gritos y susurros”- he llegado al límite de mis posibilidades. Que, con gran libertad, he conseguido transmitir aquellos sentimientos y secretos sin palabras que sólo la cinematografía es capaz de sacar a la luz.Ingmar Bergman.
Pocas películas en la historia del cine pueden presumir de tener un caracter fundacional. En el sentido de film que se repite como en un bucle, heredado por diversas personalidades cinematográficas, aunque éstas nunca consigan repetirlo de forma tan característica, tan pura. La fuerza y la actualidad de Persona rebasan los límites expresivos del celuloide, la convierten en una obra tan atemporal como eterna, merecedora de la etiqueta de culto. Y es que constituye uno de los trabajos más radicales que se ha hecho nunca sobre el rostro humano, sobre el agotamiento de éste.
De entrada el planteamiento de Bergman en Persona no le es ajeno, puesto que disecciona muchas de las reflexiones que ya había planteado a lo largo de su obra cinematográfica. Cómo no, la pregunta existencial, la visión psicoanalítica; el miedo al fracaso, la inseguridad, el terror a la nada; la falta de significado en la vida. Y en este caso, connotadas, la sexualidad reprimida y la maternidad.
Pero Persona es ante todo, un filme vampírico. Y es que es un contínuo cruce entre dos mujeres que se devoran la una a la otra. La actriz -a la cual se le dianostica una patología por enmudecer repentinamente- absorve paulatinamente con su silencio, la personalidad de la enfermera que se ocupa de ella. En cambio ésta, Alma -cuyo nombre no ha sido escogido en vano-, siente contínuamente la necesidad de hablar. De tal manera que la práctica del psicoanálisis se invierte, siendo la psicoanalista quien se psicoanaliza. Así Alma descubre sus miedos, expresa sus pulsiones reprimidas, se medica a sí misma.
Observamos a lo largo del metraje, el trazo de una dualidad entre las dos protagonistas que a su vez desemboca en otras múltiples dualidades. El conflicto entre las dos personas que se psicoanalizan no es sino el conflicto entre el cuerpo y el alma, el ser y el parecer, la máscara y el rostro. Un rostro que durante el film llega a su máxima de expresión. Que se agota angustiado, extasiado. Un rostro dividido entre el mundo real y el de la ficción. Las dos mujeres acaban siendo una, se vampirizan.
Puesto que Bergman trata de reflexionar sobre la comunicación humana, expone las reacciones del ser humano hacia ese sistema de comunicación que casi por completo desconoce: el silencio. Por otro lado, en la confesión final, mediante la recreación de la expresión de cada uno de los dos rostros, muestra la reacción de dos personas ante un mismo texto -en boca de Alma-. Se trata de la consumació del proceso vampírico. El primerísimo plano de la actriz muestra su rostro dividido en dos componentes, la luz y la sombra. Lo tangible y lo oculto. Lo real y lo del más allá. Algo que se repite de forma idéntica con el plano de Alma, en el que finalmente, la facción oscura de su rostro se torna el rostro de su compañera, creando las dos partes una nueva figura.
Un proceso de vampirización que ya se nos había anticipado al final del prólogo formado por ensoñaciones del propio director sueco -donde además homenajea al cinematógrafo, término que estuvo cerca de expresar el título del fime-, donde la figura ilusoria del hijo acaricia una pantalla donde se alternan los rostros de ambas mujeres.
Persona es la representación del doble, de la “con-fusión”, donde el rostro con la ayuda de una fotografía extraordinaria consigue una de las aportaciones estéticas más expresivas de la historia del cine. Consigue que a uno se le erice la piel y sienta como cada plano se instala en su retina. Y no sólo por unos días, sino para toda la vida.
De entrada el planteamiento de Bergman en Persona no le es ajeno, puesto que disecciona muchas de las reflexiones que ya había planteado a lo largo de su obra cinematográfica. Cómo no, la pregunta existencial, la visión psicoanalítica; el miedo al fracaso, la inseguridad, el terror a la nada; la falta de significado en la vida. Y en este caso, connotadas, la sexualidad reprimida y la maternidad.
Pero Persona es ante todo, un filme vampírico. Y es que es un contínuo cruce entre dos mujeres que se devoran la una a la otra. La actriz -a la cual se le dianostica una patología por enmudecer repentinamente- absorve paulatinamente con su silencio, la personalidad de la enfermera que se ocupa de ella. En cambio ésta, Alma -cuyo nombre no ha sido escogido en vano-, siente contínuamente la necesidad de hablar. De tal manera que la práctica del psicoanálisis se invierte, siendo la psicoanalista quien se psicoanaliza. Así Alma descubre sus miedos, expresa sus pulsiones reprimidas, se medica a sí misma.
Observamos a lo largo del metraje, el trazo de una dualidad entre las dos protagonistas que a su vez desemboca en otras múltiples dualidades. El conflicto entre las dos personas que se psicoanalizan no es sino el conflicto entre el cuerpo y el alma, el ser y el parecer, la máscara y el rostro. Un rostro que durante el film llega a su máxima de expresión. Que se agota angustiado, extasiado. Un rostro dividido entre el mundo real y el de la ficción. Las dos mujeres acaban siendo una, se vampirizan.
Puesto que Bergman trata de reflexionar sobre la comunicación humana, expone las reacciones del ser humano hacia ese sistema de comunicación que casi por completo desconoce: el silencio. Por otro lado, en la confesión final, mediante la recreación de la expresión de cada uno de los dos rostros, muestra la reacción de dos personas ante un mismo texto -en boca de Alma-. Se trata de la consumació del proceso vampírico. El primerísimo plano de la actriz muestra su rostro dividido en dos componentes, la luz y la sombra. Lo tangible y lo oculto. Lo real y lo del más allá. Algo que se repite de forma idéntica con el plano de Alma, en el que finalmente, la facción oscura de su rostro se torna el rostro de su compañera, creando las dos partes una nueva figura.
Un proceso de vampirización que ya se nos había anticipado al final del prólogo formado por ensoñaciones del propio director sueco -donde además homenajea al cinematógrafo, término que estuvo cerca de expresar el título del fime-, donde la figura ilusoria del hijo acaricia una pantalla donde se alternan los rostros de ambas mujeres.
Persona es la representación del doble, de la “con-fusión”, donde el rostro con la ayuda de una fotografía extraordinaria consigue una de las aportaciones estéticas más expresivas de la historia del cine. Consigue que a uno se le erice la piel y sienta como cada plano se instala en su retina. Y no sólo por unos días, sino para toda la vida.
1 comentario:
hola, ojala leas esto algún día.
Sí, es ese miedo que después de todo, todos en diferentes maneras y grados tenemos... el silencio y la nada, la posibilidad de perdernos a nosotros mismos en medio de un entramado de significantes que a veces no tienen significados y al cual tratamos de darle sentido, para variar, en este proceso somos absorvidos, pues entregamos parte de nosotros para entregar sentido a lo demás y así nos sea coherente.
en sí me encnata esta película... la producción , la forma en que pone en disposicion todas las señales de produccion y disposicion par ael sentido...
me gusta tu pequeño comentario, la relacion con el vampiro, es graciosa pero verdadera. =)
que estes bien ;) www.neverlandbreathe.blogspot.com
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