Las nieves del Kilimanjaro (2011), Robert Guédiguian
Aunque su título pueda
confundir, Las nieves del Kilimanjaro
no tiene nada que ver con la película dirigida en 1952 por Henry King,
protagonizada por Gregory Peck y Ava Gardner. En este caso, el curtido realizador
francés Robert Guédiguian no sigue la novela de Hemingway, sino que vuelve a su
querida Marsella para hacer un retrato moral y político tomando como sutil referencia
el relato de Víctor Hugo.
La película trata sobre
la vida de Michel y Marie-Claire, un matrimonio que se construyó su vida desde
abajo, luchando por sus derechos. Después de trabajar toda su vida y ser el
líder del sindicato, Michel pierde su empleo tras la ola de despidos que azota
a la empresa. A pesar de todo, sigue disfrutando de una posición acomodada y su
vida parece tan feliz como siempre. Hasta que sufre una experiencia traumática,
un hurto con violencia junto a su esposa y amigos. Algo que le lleva a él y a
los suyos a plantearse preguntas morales e ideológicas, confrontándose de esta
manera las opiniones de una generación y otra.
Podríamos decir que
Guédiguian es algo así como el Ken Loach francés por su compromiso y crítica
social. Rasgos que nunca ha abandonado en toda su carrera, y que por supuesto
recupera en Las nieves del Kilimanjaro,
donde vemos de nuevo su compromiso político de izquierdas. Por otro lado, hay
algo en su película que irradia cierto sentimiento de culpa. Una atmósfera de
auto reflexión en la que parece que el director se retrate así mismo para
intentar comprenderse y redimirse. Su generación luchó por conseguir lo que hoy
tiene, convirtiéndose en la clase burguesa que un día criticó. Sin embargo, sus
hijos no tienen la oportunidad de conseguir ese trabajo que les permita
construir su futuro, y por momentos, la vida se torna para ellos (o mejor
dicho, para todos nosotros) más difícil.
Se asienta así la base
de una ficción muy real, de rabiosa actualidad, donde se establece un diálogo
entre la moral de unos y otros. Pero aunque la película emana ese realismo, esa
proximidad a la situación del momento, hay algo que la rompe en varias
ocasiones. Los protagonistas (interpretados por los actores fetiche de
Guédiguian, Ariane Ascaride y Jean-Pierre Darroussin) son demasiado perfectos,
demasiado sensatos y tiernos, demasiado honrados. Tanto que en ocasiones su
relación parece un cuento de hadas. De tal manera que durante la primera media
hora de metraje, el azúcar nos sale por las orejas. No obstante, todo va
volviendo a su cauce y el resultado final se acerca al mejor Guédiguian. Un cineasta
cuya filmografía siempre es recomendable revisar.
2 comentarios:
Te confieso que por la temática y también por el título, se me ha resisitido. No sé, me da un poco de pereza. Pero cada vez leo más opiniones favorables, así que tendré que plantearme ir a verla antes de que desaparezca de la cartelera...
Saludos!
Si he de decir la verdad a mi también me daba algo de pereza, pero vale la pena. El protagonista me parece un actor de lo más entrañable, ni más ni menos que el policía de Le Havre, que por cierto me parece de lo mejor de el año pasado.
Un saludo!
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