26 de septiembre de 2012

Desafío total (2012), Len Wiseman

¿Está produciendo Hollywood alguna película que no sea un remake? Resulta pasmoso como hasta la película más inesperada resulta ser una secuela. O se han agotado las ideas o resulta mucho más seguro apostar por productos que tuvieron cierto filón en un pasado. Y si no, segundas y terceras partes, largas sagas o versiones de películas europeas o asiáticas. Sea como sea, en el único lugar donde parece no haberse agotado la creatividad es fuera de los grandes estudios. 

Un caso, como podría serlo cualquier otro, es el de Desafío total (1990), una película de Paul Verhoeven que tuvo gran repercusión en su momento. Por sus innovadores efectos especiales, su inconfundible banda sonora, su estrambótica representación de Marte y las gentes mutantes y el protagonismo de dos de las caras más conocidas del star system de la época, Arnold Schwarzenegger y Sharon Stone. Veintitantos años más tarde, nos encontramos con la versión, de mismo título, de Len Wiseman.

Lo primero que captamos desde la tipografía de los títulos de crédito, es que a ambas películas les separa un abismo. Lógicamente, se trata de dos épocas distintas, y que sobretodo, estéticamente, el choque es importante. Wiseman utiliza un guión muy fiel al de su predecesora, hasta el punto de que algunas escenas se suceden de forma casi idéntica. Sin embargo crea una atmósfera mucho más oscura y seria. Porque renuncia absolutamente a la extravagancia y a los toques de humor sutil, que tanto gustaban a Verhoeven. Wiseman crea un entorno que en la primera media hora de metraje parece trasportarnos más que al Desafío total de 1990, al Blade Runner oscuro y lluvioso de Ridley Scott, con sus visiones futuristas repletas de comercios asiáticos. Y partiendo de esta base, encontramos toda una serie de enlaces con el estilo de Christopher Nolan, de su Batman y su Origen, así como algo de Minority Report de Spielberg. Una serie de resonancias que hacen que la película pierda en personalidad y estilo, pero que la mantienen muy al margen de su predecesora y denotan una factura visual, aunque más impersonal, impecable. Del mismo modo respeta los tiempos y crea un ritmo trepidante que mantiene atento la mayor parte de la película. El problema es que llegado el momento, tantos efectismos hacen que pierda un poco el interés.

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