2 de abril de 2008

Caótica Ana (2007), Julio Medem

El cine de Julio Medem siempre mantuvo una estricta relación entre realidad, fantasía y poética. Sus guiones, a menudo portadores de máximas poéticas en algunos casos acertadas y en otros excesivas, han entramado unas historias en las que sus personajes parecen poner un pie de algún modo, en un mundo casi fantástico. Así sea por ejemplo la misma naturaleza psicológica del protagonista de Tierra (1994) o el trasfondo de cuento infantil de Lucía y el sexo (2001). A lo largo de su filmografía, poseedora además de una alta carga simbólica, ha depurado una estética cinematográfica muy personal y característica. Caótica Ana resulta ser un compendio barroco de todo esto. Si no barroco, rococó. Porque el forzamiento poético de los diálogos, la creación de situaciones inverosímiles, ingenuas y mal enlazadas, la utilización de colores extremadamente contrastados o la exageración en la puesta de escena y la dirección de los actores son muestra del final de un ciclo que probablemente llegó a su cima con Los amantes del círculo polar (1998). La forma en que se contrasta la psicología del personaje de Ana con el resto, la ingenuidad con que se compara el mundo del que proviene con el de la metrópolis y este con el de los viajes astrales, la irresponsabilidad con que se trata el mundo de los indios de Norteamérica o la falta de química entre los personajes no dejan indiferente. Porque, por debajo de esa poesía y ese misticismo, Medem habla de otras cosas, critica de una forma absolutamente superficial algunas penalidades históricas tan dispares como el conflicto de Irak, del Sahara o la quema de brujas.

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