Lenguaje visual. “Barreras” en Azul oscuro casi negro (Daniel Sánchez Arévalo, 2006)
El hijo huye del padre, corre y franquea la línea que hace tiempo quería rebasar. Le confiesa que no quiere seguir a su lado, quiere vivir su vida y la que quieren que viva o la que debería vivir. ¿Cómo enfatizar con imágenes esa línea, esa barrera tan dolorosa para ambos que es necesario romper? Daniel Sánchez Arévalo hace que Jorge, su personaje principal, salte un muro dejando al otro lado a su padre, y entonces se confiesa. Este recurso, la creación de una barrera visual que acompaña a la barrera escrita, al texto fílmico, se repite a lo largo de todo el metraje con gran inteligencia. Azul oscuro casi negro habla sobre la consecución de un sueño, sobre la necesidad de romper las barreras que impiden la libertad del individuo y que asfixian de algún modo a todos los personajes del film.
En cuanto se nos presenta al personaje de Paula en la cárcel, enseguida se metaforiza el impedimento que la persigue. En los pasillos de la cárcel, un niño, del otro lado de unos barrotes se dirige a ella con cierto desprecio. Esto nos anticipa que el deseo de Paula es estar en el otro lado con ese niño, y poseerlo, tener el niño que no pudo tener y que además le aportará la libertad.
En otra escena dentro de la cárcel, en la sala de visitas, Jorge visita a su hermano Antonio. En principio los planos se plantean siguiendo el proceso habitual en este tipo de escena carcelaria, con una consecución de plano contraplano en la que se aprecia con el vidrio de protección que los separa. Sin embargo, interesa remarcar las diferencias entre los dos hermanos, que aunque aún no se nos hayan expresado (y se verán a lo largo del film) abarcan la oposición entre ambos caracteres y personalidades, en continuo conflicto. Por ello, la cámara se traslada a un plano general imposible en el que se divisa a los dos personajes uno frente al otro, de tal manera que se observa de frente un muro que los separa. Una imagen que bien podríamos observar en la escenificación teatral, ya que se elimina el espacio cerrado, para que al quedar abierto, el espectador advierta que ese cristal aparentemente tan fino en realidad nace de un muro, remarcando así dicha separación.
Por otro lado, esto también se ve reflejado en el plano referente a los conflictos amorosos. En un momento del film, Jorge se encuentra acodado en la azotea, al lado de la mujer de la que siempre estuvo enamorado. De nuevo se crea un plano general imposible. La cámara se coloca detrás de una viga que divide el cuadro, de tal forma que ésta, que mide tan solo unos centímetros aparece representada como si fuera un muro visto lateralmente, que nuevamente separa a los personajes anticipándonos que no su amor se va a romper. Y es que además ella llega a franquear la línea para abrazarlo, por lo que no es extraño que al final del film sea él quién rompa la relación y no ella. Tampoco lo es que durante un vis a vis entre Paula y Jorge los personajes aparezcan en la cama de forma que sus cuerpos nunca se corresponden, uno se opone al otro. E incluso, en el cartel de la película, uno y otro personaje aparecen separados por una franja formada por fotogramas del film, coherentemente con el desarrollo final de éste, en el que se muestra indirectamente que su unión no será posible.
Por ello y con todo, a la hora de presentar ese símbolo que es el traje que finalmente adquiere el protagonista tras anhelarlo durante toda la película, a Sánchez Arévalo no le interesa que éste entre en una tienda y lo compre o lo robe, sino que rompa el escaparate, destruya la barrera que da paso por fin a la consecución de su libertad, la consecución de la vida que desea vivir.
En cuanto se nos presenta al personaje de Paula en la cárcel, enseguida se metaforiza el impedimento que la persigue. En los pasillos de la cárcel, un niño, del otro lado de unos barrotes se dirige a ella con cierto desprecio. Esto nos anticipa que el deseo de Paula es estar en el otro lado con ese niño, y poseerlo, tener el niño que no pudo tener y que además le aportará la libertad.
En otra escena dentro de la cárcel, en la sala de visitas, Jorge visita a su hermano Antonio. En principio los planos se plantean siguiendo el proceso habitual en este tipo de escena carcelaria, con una consecución de plano contraplano en la que se aprecia con el vidrio de protección que los separa. Sin embargo, interesa remarcar las diferencias entre los dos hermanos, que aunque aún no se nos hayan expresado (y se verán a lo largo del film) abarcan la oposición entre ambos caracteres y personalidades, en continuo conflicto. Por ello, la cámara se traslada a un plano general imposible en el que se divisa a los dos personajes uno frente al otro, de tal manera que se observa de frente un muro que los separa. Una imagen que bien podríamos observar en la escenificación teatral, ya que se elimina el espacio cerrado, para que al quedar abierto, el espectador advierta que ese cristal aparentemente tan fino en realidad nace de un muro, remarcando así dicha separación.
Por otro lado, esto también se ve reflejado en el plano referente a los conflictos amorosos. En un momento del film, Jorge se encuentra acodado en la azotea, al lado de la mujer de la que siempre estuvo enamorado. De nuevo se crea un plano general imposible. La cámara se coloca detrás de una viga que divide el cuadro, de tal forma que ésta, que mide tan solo unos centímetros aparece representada como si fuera un muro visto lateralmente, que nuevamente separa a los personajes anticipándonos que no su amor se va a romper. Y es que además ella llega a franquear la línea para abrazarlo, por lo que no es extraño que al final del film sea él quién rompa la relación y no ella. Tampoco lo es que durante un vis a vis entre Paula y Jorge los personajes aparezcan en la cama de forma que sus cuerpos nunca se corresponden, uno se opone al otro. E incluso, en el cartel de la película, uno y otro personaje aparecen separados por una franja formada por fotogramas del film, coherentemente con el desarrollo final de éste, en el que se muestra indirectamente que su unión no será posible.
Por ello y con todo, a la hora de presentar ese símbolo que es el traje que finalmente adquiere el protagonista tras anhelarlo durante toda la película, a Sánchez Arévalo no le interesa que éste entre en una tienda y lo compre o lo robe, sino que rompa el escaparate, destruya la barrera que da paso por fin a la consecución de su libertad, la consecución de la vida que desea vivir.
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