El cine de Tony Gatlif: vivencias cíngaras (II)
Retomando el concepto de nómada podemos referirnos a la vida profesional de este cineasta de origen argelino, al que poco le gusta rodar en estudio. Se traslada en cada rodaje a espacios poco representados en el cine comercial, de modo que su vida cinematográfica llega a convertirse prácticamente en una “road movie”. Busca lugares realmente habitados por cíngaros, sean zonas de Francia, Hungría, Rumania, España o incluso India, para allí mismo, in situ, captarlos con su cámara. Es por ello que en sus filmes aparecen ciertos rasgos similares al documental, como la utilización de actores no profesionales. Y es que tiende a explorar, en muchas ocasiones, esa característica del cine contemporáneo que consiste en romper las fronteras entre ficción y documental.
Algunos de esos espacios, como por ejemplo el poblado rom de Gadjo Dilo, consiguen reflejar la esencia de un espacio real. Mediante la añadida veracidad de los rostros de sus gentes, el espectador tiene la sensación de estar observando un documental. Algo que evidentemente no es sino una pequeña visión dentro de un relato de ficción que además está interpretado por un actor reconocido -Romain Duris- (1).
Debemos tener en cuenta además que las gentes que aparecen en este poblado rom, como en el de Transylvania no son actores. Del mismo modo, la mayoría de los personajes que aparecen en la primera parte de Les Princes, en Latcho drom, Exils, Swing y Vengo, tampoco lo son -en las dos últimas ni tan sólo sus protagonistas-.
Gatlif encontró a una de las figuras centrales de Swing, Tchavolo Schmitt -quien participa también en Latcho drom-, tocando en un bar. Se sorprendió al ver que un músico de tal calidad jamás había registrado su música y le propuso trabajar con él. Del mismo modo, la mayoría del resto del equipo no son actores profesionales, sino músicos. En Vengo el cineasta, enamorado de su baile, le propuso a Antonio Canales estrenarse como actor. En un film en el que las interpretaciones musicales tienen una importancia tal, el bailaor en ningún momento muestra su arte. (2) Por otro lado, salvo por Antonio Dechent, el elenco de actores tampoco es profesional.
Algunos de esos espacios, como por ejemplo el poblado rom de Gadjo Dilo, consiguen reflejar la esencia de un espacio real. Mediante la añadida veracidad de los rostros de sus gentes, el espectador tiene la sensación de estar observando un documental. Algo que evidentemente no es sino una pequeña visión dentro de un relato de ficción que además está interpretado por un actor reconocido -Romain Duris- (1).
Debemos tener en cuenta además que las gentes que aparecen en este poblado rom, como en el de Transylvania no son actores. Del mismo modo, la mayoría de los personajes que aparecen en la primera parte de Les Princes, en Latcho drom, Exils, Swing y Vengo, tampoco lo son -en las dos últimas ni tan sólo sus protagonistas-.
Gatlif encontró a una de las figuras centrales de Swing, Tchavolo Schmitt -quien participa también en Latcho drom-, tocando en un bar. Se sorprendió al ver que un músico de tal calidad jamás había registrado su música y le propuso trabajar con él. Del mismo modo, la mayoría del resto del equipo no son actores profesionales, sino músicos. En Vengo el cineasta, enamorado de su baile, le propuso a Antonio Canales estrenarse como actor. En un film en el que las interpretaciones musicales tienen una importancia tal, el bailaor en ningún momento muestra su arte. (2) Por otro lado, salvo por Antonio Dechent, el elenco de actores tampoco es profesional.
Con todo, podríamos ubicar el cine de Tony Gatlif en las proximidades de la modernidad cinematográfica, en el sentido -expresado a grandes rasgos- de que intenta integrar lo real en la ficción y que al hacerlo pone en crisis, entre otras cosas, la estructura del relato clásico. Algo, que añadido a las representaciones cíngaras y el peso del elemento musical, lo relaciona con el cine de Emir Kusturica.
En sus filmes, ambos -Kusturica con mayor énfasis- se acercan a los mundos de escritores como García Márquez o Alejo Carpentier. Un mundo donde los mitos y las creencias de la gente son también realidad. No obstante, el cine del realizador bosnio, guarda una clara distancia respecto al del argelino, la cual radica principalmente, en su realismo grotesco. En El tiempo de los gitanos y Gato negro, gato blanco, Kusturica realiza una mirada carnavalesca del mundo. El espectador es consciente desde el principio que asiste a una fusión entre comedia y tragedia a la vez que de realismo y fantasía. Gatlif imprime toques de comedia al drama, pero no suele fusionar la fantasía con el realismo. Aún teniendo en cuenta por ejemplo, las últimas escenas de Exils (3) o algunos elementos de Transylvania (4), Gatlif no enfatiza tanto el misticismo como lo hace el director bosnio. De ello derivan las escenas de levitación, los poderes telequinésicos de Perhan o las curaciones mágicas de El tiempo de los gitanos.
En cualquier caso, ambos cineastas se postulan herederos de una tradición que emana heterogeneidad y mestizaje. Consiguen demostrar que los momentos sublimes son aquellos que, al mismo tiempo, son capaces de provocar la risa y el llanto, la tristeza y la alegría.
En sus filmes, ambos -Kusturica con mayor énfasis- se acercan a los mundos de escritores como García Márquez o Alejo Carpentier. Un mundo donde los mitos y las creencias de la gente son también realidad. No obstante, el cine del realizador bosnio, guarda una clara distancia respecto al del argelino, la cual radica principalmente, en su realismo grotesco. En El tiempo de los gitanos y Gato negro, gato blanco, Kusturica realiza una mirada carnavalesca del mundo. El espectador es consciente desde el principio que asiste a una fusión entre comedia y tragedia a la vez que de realismo y fantasía. Gatlif imprime toques de comedia al drama, pero no suele fusionar la fantasía con el realismo. Aún teniendo en cuenta por ejemplo, las últimas escenas de Exils (3) o algunos elementos de Transylvania (4), Gatlif no enfatiza tanto el misticismo como lo hace el director bosnio. De ello derivan las escenas de levitación, los poderes telequinésicos de Perhan o las curaciones mágicas de El tiempo de los gitanos.
En cualquier caso, ambos cineastas se postulan herederos de una tradición que emana heterogeneidad y mestizaje. Consiguen demostrar que los momentos sublimes son aquellos que, al mismo tiempo, son capaces de provocar la risa y el llanto, la tristeza y la alegría.
1. Actor fetiche de Tony Gatlif, protagonista de tres de sus films: Gadojo Dilo, Je suis né d'une cigogne y Exils. La actriz Rona Hartner lo acompaña en Gadjo Dilo y Je suis né d'une cigogne.
2.Algo que irónicamente también sucede en Swing con la figura del reputado músico Mandino Reindhart -sobrino de Django- quien entre tanto músico mostrando sus dotes, en ningún momento coge la guitarra, interpretando simplemente a un vendedor de antigüedades.
3.Donde los protagonistas entran en un estado extásico que les saca fuera de sí y se nos presenta de una forma testimonial, casi documental. Lo cual nos hace recordar algunas de las filmaciones de Jean Rouch de ritos indígenas en África.
4.Como el ojo que lleva tatuado Zingarina en la mano, algunas de sus creencias, etc.
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