El silencio antes de Bach (2007), Pere Portabella
Si bien la creación audiovisual entró exitosamente en los museos hace ya unas décadas, en los últimos años el cine, como facción de esa forma de creación artística, ha ampliado sus vínculos con este tipo de institución artística. Progresivamente se han ido introduciendo la reproducción de fragmentos de obras cinematográficas y elementos componentes del ente global cinematográfico, como su fotografía, su vestuario, elementos de su diseño, bocetos, etc. Incluso, por otro lado, se han pedido a algunos cineastas piezas explícitas para su divulgación en el interior de los museos, habitualmente relacionadas con la investigación de nuevos lenguajes y la experimentalidad fílmica y plástica. Eso explica la entrada de Pere Portabella en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Documenta de Kassel, el MACBA o el Pompidou. Puesto que la carrera del cineasta catalán se mueve entre la reflexión metalingüística, la militancia política, la experimentación y el continuo diálogo con otras disciplinas artísticas.
Mediante un plano secuencia memorable, Angelopoulos conseguía en La mirada de Ulisses mostrarnos la historia del cine en unos segundos. Mientras un antiguo velero atravesaba el mar a lo lejos, se aunaban la mirada del primer cineasta griego y la del cineasta del mundo actual, vacío, desesperado por encontrar esa mirada primigenia. Metaforizando el tiempo de una forma aparentemente tan sencilla.
A raíz de un misterioso plano secuencia en que la cámara recorre una galería vacía por la que se pasea un clavicordio con vida propia, que suena sin ser tocado y se mueve sin ser movido, Portabella arranca su film con un cometido similar. Die Stille vor Bach (El silencio antes de Bach), reflexiona sobre la evolución histórica del legado artístico del compositor alemán. Entre cachés y fundidos se nos muestran saltos temporales y espaciales sin apenas contraste, haciendo historia no solo de la vida de Bach, sino de la pervivencia de su música a lo largo de los años. Así se intercalan la vida cotidiana de del músico con diversas historias del mundo actual, a las que se incorporan otras de un carácter más abstracto y casi atemporal, como la secuencia del metro de Barcelona. Con todo, una muestra de la maestría en el manejo del lenguaje visual de la que hace gala el cineasta catalán.
Mediante un plano secuencia memorable, Angelopoulos conseguía en La mirada de Ulisses mostrarnos la historia del cine en unos segundos. Mientras un antiguo velero atravesaba el mar a lo lejos, se aunaban la mirada del primer cineasta griego y la del cineasta del mundo actual, vacío, desesperado por encontrar esa mirada primigenia. Metaforizando el tiempo de una forma aparentemente tan sencilla.
A raíz de un misterioso plano secuencia en que la cámara recorre una galería vacía por la que se pasea un clavicordio con vida propia, que suena sin ser tocado y se mueve sin ser movido, Portabella arranca su film con un cometido similar. Die Stille vor Bach (El silencio antes de Bach), reflexiona sobre la evolución histórica del legado artístico del compositor alemán. Entre cachés y fundidos se nos muestran saltos temporales y espaciales sin apenas contraste, haciendo historia no solo de la vida de Bach, sino de la pervivencia de su música a lo largo de los años. Así se intercalan la vida cotidiana de del músico con diversas historias del mundo actual, a las que se incorporan otras de un carácter más abstracto y casi atemporal, como la secuencia del metro de Barcelona. Con todo, una muestra de la maestría en el manejo del lenguaje visual de la que hace gala el cineasta catalán.
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