La pareja en el cine moderno
Cuando Ingrid Bergman visionó Paisá (1946) y Roma cittá apperta (1945) quedó tan fascinada que le escribió a Rossellini diciéndole que si alguna vez necesitaba a una actriz que dijera “ti amo”, no dudara en llamarla. Así se formó una relación matrimonial que duraría cuatro películas. Porque cada una de ellas era vital y explosiva, y entre ellos surgieron constantes conflictos y tensiones que se plasmaron en su cine. Pues como dijo Jacques Rivette, Viaggio en Italia (1954) es un ensayo sobre la intimidad, pero también es un drama para la pareja cinematográfica, que se torturó a través de la cámara.
En ese cine “contra papá”, que decía Truffaut, a menudo cineastas y actores mantuvieron turbias relaciones que alcanzaron grandes cuotas de emotividad e imágenes desgarradoras en la pantalla. Un ejemplo claro son las relaciones casi vampíricas de Ingmar Bergman con sus actrices. Primero se casó con Harriete Andersson, para luego hacerlo con su hermana, Bibi Andersson. Sin embargo también dejó a esta última para formalizar su amor con la actriz que la acompañaba como co-protagonista en Persona (1966), Liv Ullmann. "Mata a quienes te quieren" decía Faulkner, y así Bergman consiguió la máxima expresión del cuerpo y sobretodo del rostro de sus actrices.
Del mismo modo, es muy importante en este cine la rotura de esa pareja, ya no entre profesionales del cine, sino en el interior del propio celuloide. De eso hablan tantos films de Eric Rohmer o François Truffaut. Fracaso matrimonial, problemas sexuales, infidelidades, etc., entre los cuales la cámara rompe tabúes y entra en los dormitorios. Godard apuesta por en enseñarnos el cuerpo desnudo de Brigitte Bardot tumbado sobre la cama ya en el inicio del film Le Mépris (1963). Bergman no duda en representar la intimidad sin ningún tipo de rubor en Un verano con Mónica (1953). Y así, tantos ejemplos.
Un cine el moderno por tanto, que colocó sobre la palestra las imperfecciones de la tradicional concepción de la pareja, tanto delante como detrás de las cámaras.
En ese cine “contra papá”, que decía Truffaut, a menudo cineastas y actores mantuvieron turbias relaciones que alcanzaron grandes cuotas de emotividad e imágenes desgarradoras en la pantalla. Un ejemplo claro son las relaciones casi vampíricas de Ingmar Bergman con sus actrices. Primero se casó con Harriete Andersson, para luego hacerlo con su hermana, Bibi Andersson. Sin embargo también dejó a esta última para formalizar su amor con la actriz que la acompañaba como co-protagonista en Persona (1966), Liv Ullmann. "Mata a quienes te quieren" decía Faulkner, y así Bergman consiguió la máxima expresión del cuerpo y sobretodo del rostro de sus actrices.
Del mismo modo, es muy importante en este cine la rotura de esa pareja, ya no entre profesionales del cine, sino en el interior del propio celuloide. De eso hablan tantos films de Eric Rohmer o François Truffaut. Fracaso matrimonial, problemas sexuales, infidelidades, etc., entre los cuales la cámara rompe tabúes y entra en los dormitorios. Godard apuesta por en enseñarnos el cuerpo desnudo de Brigitte Bardot tumbado sobre la cama ya en el inicio del film Le Mépris (1963). Bergman no duda en representar la intimidad sin ningún tipo de rubor en Un verano con Mónica (1953). Y así, tantos ejemplos.
Un cine el moderno por tanto, que colocó sobre la palestra las imperfecciones de la tradicional concepción de la pareja, tanto delante como detrás de las cámaras.
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