28 de marzo de 2008

Lo mejor de mí (2007), Roser Aguilar

En su momento se señaló en este blog que el cine español se dirigía cada vez más hacia dos tendencias diferenciadas. Definibles en términos industriales, como pertenecientes o no al ámbito comercial, pero también con ello distinguibles según temáticas abarcadas, formas narrativas, inquietudes estéticas, etc. Aunque como parece lógico no todo film puede meterse en un saco, con lo que se deben utilizar los generalismos teniendo en cuenta sus deficiencias y por tanto sus límites. Y es que podríamos decir que Lo mejor de mí se encuentra más próxima a una vertiente que a la otra, sin pertenecer en realidad a ninguna. Roser Aguilar no toma caminos tan radicales –por decirlo de algún modo- como Rosales, de la Orbe, Serra o Aguilera entre otros, pero tampoco se aproxima lo más mínimo a la banalidad de las habituales óperas primas más relacionadas con la industria y mucho menos a aquellas que se familiarizan con los géneros, como es el caso de su compañero de promoción Bayona.
El modelo que sigue Roser Aguilar es el de la sencillez. Se apoya en una historia de estructura convencional, narrada de forma sutil y austera, donde se aprecia una clara y correctamente estudiada evolución de los personajes. Una película que de vez en cuando nos regala algún que otro plano maravilloso y donde destaca la galardonada y aún un tanto desconocida Marián Álvarez. Sin ser ni mucho menos una obra maestra, se postula como una obra realmente interesante, y que lanzada a raíz de su éxito en el Festival de Locarno, muestra el paradigma del cine español. Un cine español que como Lo mejor de mí es posible. Un cine reflexivo y arriesgado sólo hasta cierto punto, estructurado de forma que es compresible para el espectador medio, y que por desgracia solo consigue asomar la cabeza sin sacar el cuerpo ante las exigencias del mercado.