27 de abril de 2008

El cine de Tony Gatlif: vivencias cíngaras (VII)


Relaciones interculturales


Vivimos en un mundo en el que la sociedad occidental se sumerge en la interculturalidad. Por un lado, fruto del avance de las comunicaciones, por otro, de la afluente inmigración procedente de los países subdesarrollados. Y para hablar de ello, Gatlif se propone permutar los órdenes comunes. Se interesa por intercambiar la posición del “otro”, del extranjero que con el cambio geográfico choca con una nueva cultura. Por ello, expone las relaciones que se producen entre dos culturas distintas, una extranjera y otra autóctona intercambiándoles los papeles. Es decir, se produce un descentramiento cultural. En sus historias no es el cíngaro el extranjero, sino el autóctono. Un descentramiento que hace referencia por otro lado, a que -como dice Gatlif- “el mundo se ha gitanizado, por el hecho que se producen grandes desplazamientos y todos estamos en tránsito”.
Aunque el hecho que venimos anunciando, de que se produzca este intercambio de papeles, sigue sin colocar al occidental en el mismo grado que al cíngaro. El extranjero “interno” que emigra de un país occidental a otro, no siente el rechazo que sufre un gitano, al cual podríamos llamar extranjero “externo”. En todo caso lo sentirá en su intento de convivir con una comunidad gitana, pero juega con la ventaja de sufrirlo dentro del mundo occidental, al que el cíngaro no tiene acceso.
Gatlif utiliza estas “alteraciones del orden normal” como estrategia para hacer reflexionar al espectador. Exponiendo la experiencia del marginal, desde un punto de vista distinto, desde la vivencia del individuo occidental, quien podría sufrir lo que sufren las minorías étnicas en el marco territorial del que él proviene. Pero para establecer una relación intercultural, se necesita de un dispositivo comunicativo. Habitualmente lo sería el lenguaje tradicional, aunque es inaplicable en este caso. Cuando se desconoce la lengua de un país, territorio o comunidad, es necesario buscar otros medios de expresión, lo cual lleva a lo que podríamos denominar “malentendidos”. La comunicación queda así alterada por los rasgos propios del choque cultural. Algo que en el recorrido fílmico de Gatlif encontramos principalmente en Gadjo Dilo y Transylvania, aunque con reflejos interesantes en Exils y Swing.
En Gadjo Dilo, al llegar Stéphane a Rumania se encuentra inmediatamente con Isidor. Éste, increpa ebrio a los “gadjos” en plena noche, dolido por el injusto encarcelamiento de su hijo. “Sois vosotros los que habéis mandado a mi hijo a prisión sin ser culpable, para nosotros los cíngaros no hay justicia”. El primer intento de comunicación entre Stéphane e Isidor es casi nulo. De no ser por el alcohol y el pequeño cassette que lleva el primero, no hubiera habido comunicación alguna. No obstante entre risas y algún desvarío etílico parecen congeniar muy bien.
A la mañana siguiente Stéphane despierta solo en casa de Isidor, sin saber demasiado bien como ha llegado, en pleno poblado gitano. La expectación es abrumadora. Los niños corren a buscar al viejo, indicándole nerviosos que hay un gadjo en su casa. Los gitanos observan a Stéphane de arriba a abajo, con total extrañeza. Es entonces cuando el espectador asiste a esa descentración cultural. Entre la gente del poblado gitano unos piensan que podría ser un ladrón, otros que es un loco. Y Gatlif ironiza cuando son varios los que al verlo creen que es un mendigo, mirando sus botas rotas.

El espectador observa un trato de un grupo de cíngaros hacia un joven occidental -para el caso, francés- al cual no está habituado. En todo caso, lo está a la inversa. Algo que por otro lado implica que el espectador se sienta identificado con el joven, que en medio de tantos personajes es el único que pertenece a su cultura –e incluso a su lengua-. Por lo tanto, el giro refuerza la reflexión. En tanto que el espectador se identifica de una forma más intensa con Stéphane, siente en mayor medida la dificultad de esa relación intercultural. Incluso podría sentir miedo ante el nerviosismo de algunas gentes del poblado a lo largo de la película. Le piden a Isidor que lo eche, no pueden concibir que un “gadjo”, que además no es rumano, entre en su comunidad. A simple vista, creen que puede ser un ladrón o un perturbado, por lo que se sienten amenazados.
Al obtener la amistad de Isidor y observar que Stéphane hace lo que puede por entender el romaní, la mayoría del poblado gitano lo acepta. No obstante, no desaparecen los “malentendidos”. Stéphane, como agradecimiento, decide ordenar y limpiar la casa de Isidor. Pero tan sólo consigue provocarle un enfado. Por cuestiones culturales, éste no puede entender que un hombre realice las tareas que él piensa que son de una mujer. El mero hecho por el que Stéphane permanece en el poblado parece ser de por sí, un “malentendido”. Pues éste va a Rumania en busca de una cantante –por la que pregunta a Isidor- y no sabemos hasta qué punto Isidor, que dice conocerla, puede ayudarle. En todo caso parece entender el cometido de Stéphane, que toma su estancia en el poblado como necesaria para realizar su empresa. “Malentendidos” que se superan gracias a la curiosidad e interés de los individuos por realizar una aproximación cultural recíproca. No obstante, aunque Stéphane se inicie en la lengua romaní y el conocimiento de la comunidad, para muchos aunque lo acepte, seguirá siendo un extranjero. Es una condición que jamás perderá.
En los momentos finales del film, Gatlif plantea una nueva reflexión sobre estas relaciones interculturales, partiendo de las reacciones de Stéphane. El hecho de que los “gadjos” quemen el poblado, da constancia de que aunque hayamos visto lo que en nuestra sociedad pueda sentir un cíngaro, en la piel de un “gadjo”, el cíngaro siempre mantendrá esa condición de marginal. Stéphane puede no ser bienvenido, pero jamás perseguido o maltratado físicamente. Cuando se produce la tragedia, podríamos calificar su reacción de vergüenza e indignación. En tanto que discrepa respecto al trato salvaje que ha recibido la comunidad con la que ha confraternizado, decide respaldarla. Por ello, decide enterrar los cassettes que había registrado en su búsqueda de Nora Luca. Decide abandonar su cultura para luchar por la que ha conocido. Por vez primera, participa del rito, realiza el entierro simbólico de los cassettes de cantantes rumanas que había registrado, según las pautas rituales que ha conocido. Vierte el alcohol y baila. Se comporta como un cíngaro. Por tanto esa comunicación o relación ulterior con el pueblo con el que se ha identificado va a ser cada vez más fecunda.


En cierta manera, la relación intercultural que implica que el “gadjo” entre en el seno gitano, aparece representada con otros matices en Swing, donde es un niño quien comienza a relacionarse con los cíngaros -manouches-, para aprender a tocar la guitarra. En este caso los “malentendidos” de los que hablábamos son prácticamente inexistentes. Los manouches hablan francés, así que no hay problema en la comunicación verbal. En lo referente a las costumbres o la cultura, aunque sean distintas, tampoco. Algo que además aparece enfatizado mediante el círculo de tres amigos entre los que se encuentra Miraldo. Se unen en una irrefutable amistad un manouche, un judío y un árabe. Oyendo la música mestiza que interpretan juntos, queda demostrada la comunicación fraternal entre culturas. Pero volvamos a las relaciones entre el “gadjo” y el cíngaro.
En un principio la relación entre Max y Miraldo es simplemente de conveniencia: el músico le da al niño clases de guitarra a cambio de que éste le lea y le escriba las cartas. Las visitas constantes a la caravana van produciendo poco a poco que crezca la amistad entre ambos, así como con la pequeña Swing, de la que se enamora. De nuevo el “gadjo” entra en la comunidad gitana y ésta lo acoge como a un hijo. No obstante, en el caso del amor, la integración no queda tan clara. Max le pregunta ingenuamente a Miraldo si una manouche puede casarse con un gadjo. Éste, soluciona la respuesta afirmando que normalmente no.
Analizando de este modo el personaje de Max, observamos que tiene un paralelismo claro con el de Antonio en Alma gitana (Chus Gutiérrez, 1995). En este caso se trata de un joven payo que asiste a clases de baile flamenco para ser “bailaor”. Por lo tanto, se interesa por la cultura gitana, a la que se encuentra vinculado además, desde que sabe que su madre tuvo una relación secreta con un pastor de la iglesia evangelista gitana. No sufrirá conflicto alguno con la etnia gitana hasta que se censura su amor por Lucía, dado que no se permite el matrimonio con payos. A partir de ese momento Lucía sufre todas las censuras posibles. Es marginada por ser mujer y por ser gitana. Sus padres no quieren permitir que siga sus estudios y no dejan que se case con quien verdaderamente ama. Como ella misma dice en el film, una gitana solo se enamora una vez -y es de un gitano-.
Una situación triste y dura con la que se enfrenta a su manera la pequeña Swing. La muerte de Miraldo y la marcha de Max, simbolizan un cambio radical en su vida. Va a pasar de ser niña a ser mujer. En su condición femenina -gitana- va a perder las libertades que tenía como niña. Y no sólo eso, se da cuenta, como Max, que la desconfianza y la injusticia puede separar a las personas. Una conclusión que cierra un film y que por contra abre Gatlif a la esperanza de que una vez maduro, el individuo sea capaz de superar los prejuicios sociales.

Pero volvamos a Gadjo Dilo. Observamos que Exils y Transylvania guardan claros paralelismos con el film, en lo referente a ese extranjero que se introduce en el seno de la cultura gitana. El primer caso resulta de menor interés, puesto que Zano y Naima realizan un largo viaje, y se cruzan con comunidades gitanas -una nómada y otra sedentaria-, pero no llegan a asentarse en ningún lugar, tan solo van de paso. No obstante, Transylvania guarda, para el caso, una relación más clara con Gadjo Dilo.
Zingarina llega a tierras gitanas con el mismo cometido de Stéphane: en busca de música. Él buscaba a una cantante y ella a un músico. Ella también desconoce el romaní y se comunica a través de una guía, que podríamos relacionar de algún modo con Sabina o Sami, quienes ayudan a Stéphane a comunicarse. Zingarina anda perdida tras su fracaso amoroso. Primero conoce a un niño gitano, con el que se comunica con dificultad, que más tarde la llevará a conocer a Tchangalo. Como Stéphane, recibe el respaldo de una familia cíngara, que en su caso la acoge para asistirla en el parto.
Resulta interesante el caso de Tchangalo, un extranjero que ha aprendido el romaní y lleva una vida solitaria, verdaderamente relacionada con el nomadismo y la vida cíngara. Compra y vende objetos con los que se dedica a comerciar allí a donde va. Tchangalo, sin serlo, ha adoptado el rol de un cíngaro. Algo muy interesante teniendo en cuenta que Gatlif vuelve a jugar con el espectador. Esta vez iguala e incluso va más allá de la escena final de Gadjo Dilo, donde Stéphane “se convierte en gitano”. El choque entre dos culturas ha provocado una interactuación entre ambas que ha dado lugar a un nuevo carácter en el individuo. Así se nos muestra cómo un “gadjo” puede vivir como un cíngaro siendo en mayor o menor medida respetado por el entorno social. Lo cual nos lleva a reflexionar sobre dónde se sitúan las barreras de la integración social. ¿Un gitano podría vivir en occidente como un payo siendo respetado? ¿Querría intentarlo? ¿En qué medida se respetan hoy en occidente una cultura y otra? ¿Cuál es la vía a seguir para evitar la desaparición de las culturas minoritarias? Estas son algunas de las preguntas que plantea un cineasta que ha vivido el choque cultural, la marginalidad y también la integración. Un cineasta que vive como cualquier otro ciudadano francés, pero que no pierde muchas de las actitudes de su condición gitana. No intenta mostrar al pueblo cíngaro como un pueblo ideal, pero sí como -y así lo afirma él mismo- el más marginado. Es obvio que Gatlif expresa con el cine su denuncia, tratando de facilitar al espectador el descubrimiento de la forma de entender la vida de una etnia minoritaria. Dice: “Tan solo trato de mostrar mi testimonio. A veces tengo la sensación de asistir a la desaparición de una cultura ”.

2 comentarios:

BUDOKAN dijo...

Me gusta seguir repasando un poco el trabjao de est director que tuvo su descubrimiento en los 90 para motivarme a ver aquellos films de él que aún no he visto y que por lo que describes son más que interesantes. Saludos!

yorgos dijo...

Gracias Budokan, eso me alegra.
Este es el último post de la sección sobre el universo cíngaro en su cine -aunque tb se haya incluído filmografía, biografía y demás-. Gatlif, aunque muy criticado por hacer de algún modo siempre la misma película, me parece un cineasta muy completo e interesante y más por su trayectoria. Además cuando lo ví presentar Transylvania me pareció muy humilde, amable y de ideas muy claras.
Tal vez más adelante, aparezca por este blog alguna crítica sobre él en concreto, ayudará que nos sorprenda con alguna nueva película!
Saludos!